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jueves, 29 de diciembre de 2011

Graduación


1
    Hoy desperté con un sabor dulce en mis labios. Lo último que recuerdo de mi sueño es el beso que ella me daba antes de despedirse en ese mundo de fantasías. Ya hace seis años que no la veo y casi no la recordaba. Pero anoche, durante un sueño que no tenía principio ni fin, volvió a aparecer, tan clara y nítida como la realidad misma. Mis ojos se llenaban de lágrimas que descomponían la luz en mis pupilas como si fueran prismas creando un caos de colores. Era ella, un viejo amor. Y estaba frente a mí, con sus manos extendidas y me pedía que la acompañase en su camino.

sábado, 10 de diciembre de 2011

La Sombra

   Pensar en el mero hecho de que pronto debería bajar del autobús y caminar la calle otra noche más le generaba un estremecimiento que le recorría todo el cuerpo, avanzando por las autopistas de los nervios hasta chocar contra el miedo a lo conocido.
   No era sencillo para él enfrentar nuevamente sus temores, cada noche que debía recorrer por la calle a medianoche, estos se hacían más intensos, más fuertes, más reales. Es difícil, de eso no hay dudas. Es difícil volver al hogar.

   El autobús estaba por llegar a la última parada del recorrido. Allí bajaría el último viajero. El chófer lo observaba a través de los espejos atornillados frente a él. Veía a un chico preocupado, mirando el paisaje nocturno por la ventanilla. Él parecía temblar y no por las vibraciones del vehículo. De verdad, lo notaba asustado. El conductor veía más allá del pasajero, como si fuese transparente, o eso creía ver. Ese muchacho le daba pavor, de eso estaba seguro, pero ya estaba por bajar de la unidad que conducía, en su última vuelta de la noche fría de un inminente invierno crudo.
   El chico se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta trasera. Tocó el timbre solicitando la próxima parada. Era el último pasajero de un recorrido intenso, como si las once de la noche fuese una hora pico.
   El autobús rojo se detuvo en la parada y el muchacho bajó sin mirar a los lados. El chófer renovó su marcha, dichoso de dejar atrás al pasajero que tanto miedo le generaba. Debe ser un delincuente, pensó una que otra vez mientras lo observaba. Pero nunca le había hecho nada que confirmara su teoría en todos los meses que llevaba en el servicio nocturno. No sabía, ni le interesaba saber, de dónde provenía el chico. Era blanco como una manta de nieve en Bariloche en plena nevada. Las oscuras ojeras bajo sus ojos insinuaban que el muchacho jamás descansaba. Su cuerpo flaco y huesudo decía a gritos que no comía demasiado. Y jamás se había atrevido a hablarle. Y el pasajero jamás le había hablado, y esta noche no sería la excepción. Sólo se dedicaba a marcar el boleto del muchacho y este seguía su camino para sentarse en el último asiento del coche, perdido en sus pensamientos.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Alas del cielo (Capítulo V)


V. LA MUERTE ES EL FILO DE LA VIDA
(ASES BAJO LA MANGA)

1
   Marcos miraba a sus compañeros. No sabía cómo comenzar a contar la historia que habían vivido los últimos dos días. Martín no entendería nada y Agustina creería que estaba loco, aunque el hecho de que vieran desaparecer a esos dos ángeles en medio de un intenso destello de luz podría fortalecer su relato. Agradecía a Dios que no hubiera nadie en la cancha, en el buffet solo estaba el loco que atendía pero estaba ensimismado en algún partido de la B. Bien, era hora de contar toda la verdad.
   Agustina se secaba las lágrimas con la manga de su camiseta mientras Laura continuaba abrazándola. Alejandro y Martín esperaban sentados en una mesa que se encontraba fuera, en el patio. Marcos los miraba a todos. Sabía que esto aún no terminaría, pero no sabía por qué.
   ―Vos me pediste que te explicara todo este asunto. Bien, llegó la hora de aclarar muchas cosas ―dijo mirando a Agustina.
   Empezó desarrollando el momento en el que, con Ale, encontraron a Renso en el baldío, totalmente desnudo y con una ala rota. En ese momento le contó a Laura que se había quitado sus alas porque estas intensificaban los sentimientos de los humanos y que lamentaba habérselo ocultado, ella no dijo nada, solo lo observaba. Dijo que lo había hecho por amor y un poco más para adornar el relato. Contó todo lo que pudo, de vez en cuando Agustina le preguntaba alguna cosa y él se la respondía. Alejandro ayudaba cuando era necesario.
   ―Es así, Agustina. Él está enamorado de vos y se sacrificó por amor. Ahora miralo, vino su señora, una vieja bruja que se lo llevó tirándolo de las orejas.
   ―Y además está muy buena ―observó Martín.
   Cuando Marcos estaba por terminar de contar su relato, resumido, unos veinte minutos después, apareció un nuevo personaje en escena.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Alas del cielo (Capítulo IV)

IV. LAS MENTIRAS TIENEN CAMINOS CORTOS

1
   Durante la noche del lunes se respiraba otro ambiente. Nada era como lo había sido la noche del domingo. Marcos invitó a Laura a acostarse junto a él pero ella negó la oferta, tenía mucho por estudiar para el parcial del martes. Ella no notaba el cambio en lo absoluto, lo cual era muy bueno para todos, debido a su concentración en la materia que debía rendir. Era casi mágico, era como si todo el asunto estuviese escrito por algún loco esquizofrénico que necesita crearse algún mundo para no morirse del aburrimiento y de la paja.
   Marcos apoyó su cabeza, cerró sus ojos y se durmió al instante. Mañana ayudaría a Renso con Agustina, no sabía por qué lo hacía pero lo consideraba necesario; misterios de la vida: no todos los días se te aparece un ángel desnudo caído en el baldío de al lado y te cambia la vida.
   ―Que descanses, amor ―le deseó a su novia.
   ―Gracias. Igualmente. ―Laura continuó estudiando por un rato más bajo la luz de la lámpara de mesa.

   Renso no se podía dormir. Se sentía muy vacío ahora que no tenía sus alas. Hasta creía que estaba cagado del miedo. Miraba fijo al techo mientras pensaba qué le diría a Agustina cuando vio que una lucecita se movía en su campo visual. La misma hizo un par de piruetas en el aire y cruzó la ventana abierta de la sala.
   Se levantó de su sofá y salió de la casa, totalmente desnudo, como le gustaba andar, dormir y garchar (obviamente). La lucecita ya no estaba en ningún lado. Era un poco raro pero no lo suficiente para saber de dónde pudo provenir esa energía mágica: de Dios. Definitivamente Él tenía algo que ver en todo este asunto. Levantó su mirada al cielo y contempló las estrellas. Sonrió y se volvió para entrar. ¿Qué pretendés hacer, Capo?, se preguntó.
   ―Todo sucede por alguna razón ―le dijo Dios alguna vez cuando reclutaba ángeles para el Apocalipsis―. Algún día serán puestos a prueba y veremos cuánto aprecian sus existencias. Pero recuerden: yo soy quién pone los cruces en sus caminos, ustedes deciden cuál quieren seguir. Así es la vida, yo se las doy, ustedes la usan (bien o mal, lo veremos en el momento adecuado).
   Ahora era el momento de tomar decisiones, el momento adecuado. Renso creía que las que estaba tomando eran las correctas. Pero vieron cómo es Dios, ya debe estar loco de que su Creación haga cagada tras cagada opacando su razón.
   ―Sos todo un cabrón, Dios. Primero me hiciste casar con esa bruja y ahora me pusiste a esta chica en mi camino, un cruce en mi camino. Menos mal que creías en el amor ―dijo mirando al cielo al tiempo que caminaba en dirección a la casa.
   Una vez dentro de la casa, se recostó en la cama.
   Frunció el ceño cuando se le pasó una pregunta por la cabeza: pensó por un momento por qué Dios no tenía esposa.
   ―Porque no es ningún boludo ―se respondió casi al instante mientras se tapaba con las sábanas bien en bolas.
   «Desnudo para siempre o despedazado en mil partes.»

martes, 15 de noviembre de 2011

Alas del cielo (Capítulo III)

III. BUSCANDO UNA OPORTUNIDAD (PARA CAMBIAR)

1
   ―Hola, Renso ―lo saludó Patricio, desnudo, con las alas extendidas, mientras se levantaba del cráter, ahora un poco más profundo debido a su peso―. Al fin te encontramos.
   ―Así parece, Pato ―dijo el aludido mientras se acariciaba sus alas bajo la remera―. Tenés que ayudarme, amigo.
   ―Nos costó un huevo encontrarte. Pensamos que te habías ido a la mierda. Hasta que hallamos la pelota y vimos al lado huellas que desembocaban en el agujero que hay en la «Monumental» ―dijo Patricio. Se detuvo al oír a Renso y continuó―: ¿qué te sucede que me pedís ayuda?
   Renso se hallaba ensimismado en sus pensamientos mientras analizaba qué le sucedería si llevaba a cabo su idea, siempre y cuando su amigo estuviera de acuerdo y dispuesto a ayudarlo, aunque lo dudaba un poco. Tendría que recurrir a su poder persuasivo.
   ―Quiero que me quites las alas ―anunció Renso.
   ―¿Por qué querés que te saque las alas si todavía puedo arreglártelas? El que fume mucho no quiere decir que ya no tenga magia ―le dijo Pato, confundido, ignorando las ideas de Renso―. No me digas que...
   ―No quiero volver. Me quiero quedar acá, entre los humanos. Aunque sea por unos días, necesito que me hagas ese favor.
   ―Estás loco, es muy peligroso para vos y lo sabés muy bien. Vamos, te curo tu ala y volvamos a casa.
   ―No, antes necesito hacer algo muy importante. Además, me vendrá bien para alejarme de mi mujer; hacé de cuenta que son mis vacaciones por soportarla todos los días.
   ―Renso, sabés que si no vas con ella pronto, vendrá a rompernos las pelotas a nosotros ―le explicó Patricio―, y yo no quiero que nadie me joda. Disculpame, pero en ésta no podré ayudarte.
   ―¿Acaso querés que tu mujer se entere que anduviste por el Infierno volteándote travestis y prostitutas? ―preguntó Renso, mirándolo con suma seriedad al tiempo que comenzaba a utilizar su poder.
   ―Eso me suena a chantaje.
   ―Tomalo como quieras. Yo te banqué cuando te fuiste para abajo a garchar un poco y nadie se enteró. Ahora vos bancame mientras estoy en la Tierra. Son solo un par de horas, acordate que el tiempo acá transcurre más rápido que arriba.
   ―Renso, tengo que mentirle a tu mujer y si descubre que le estoy mintiendo...
   ―Decile que me fui a visitar a un amigo cerca de la Tierra, no sé, algo se te va a ocurrir. Sos bueno para hablar, papá ―interrumpió Renso.
   ―...me va cortar las pelotas ―concluyó Pato―. Está bien. Haré lo que pueda, Ren, pero no te aseguro nada. Por vos.
   ―Asegurame un par de horas, hasta que encuentre mi oportunidad.
   ―Bueno, veo cómo hago.
   ―Gracias, Pato. Vos sos un buen amigo. Ahora sacame mis alas.
   ―Te repito que es peligroso ―replicó Patricio―. Pero son tus alas.

2
   Después de hablar con Patricio y convencerlo de mentirle a su mujer, Renso entró en la casa y se puso a mirar la tele, ahora sin sus alas a cuestas. Estaba pensando el modo de acercarse a Agustina luego de haberle mentido que era gay. Tendría que haber algún método. Y esperaba contar con el tiempo suficiente, sabía que se le venía negra (La Fiera), y necesitaba cada segundo y aprovechar cada oportunidad. Ésta estaba por llegar.

martes, 8 de noviembre de 2011

Alas del cielo (Capítulo II)

II. GARRAS DEL AMOR

1
   Marcos se levantó de su cama y notó que sus piernas estaban débiles, producto de la gran noche que pasó junto a su novia. Ella tuvo cinco orgasmos, únicos. Su felicidad era tal que podría seguir dándole matraca hasta fin de año y su amiguito no caería jamás. Todo era gracias a la atmósfera que se respiraba, dejada por la presencia de Renso. Laura ya no estaba en la cama, se había levantado temprano. Desde el comedor se oían voces en pleno diálogo. Miró el reloj, eran las ocho de la mañana. Se vistió y salió a la cocina.
   ―Hola, mi vida ―lo saludó Laura con un beso en los labios.
   Renso lo miró de reojo y le guiñó un ojo, sabía (o sospechaba), lo que pensaba Marcos: sexo, y más sexo, del bueno.
   ―Buen día, muchachos.
   ―¿Todavía seguís dudando de mi persona? ―le preguntó Renso.
   ―Para nada, pero eso deberíamos hablarlo en privado.
   ―Los gritos se oyeron hasta mi pieza ―comentó Alejandro.
   Laura se puso roja de la vergüenza, luego se rió a carcajadas. Los demás la acompañaron con sus risas.
―Aguantó más de veinte minutos, y eso es ya todo un logro ―observó la dama del grupo―. Vení, dejémonos de pavadas y tomate unos mates con nosotros, Marcos.
   Marcos se sentó junto a ellos y recibió de buena gana un mate de Ale; estaba de buen humor, no había dudas.
   ―Estábamos hablando con Renso sobre la vida en el cielo ―le informó Laura―. ¿Sabías que el tiempo que transcurre aquí y allá son diferentes?
   Marcos negó con la cabeza.
   ―Es seis a uno ―intervino Renso―. Por cada hora que pasa en el cielo, en el mundo terrenal transcurren seis horas. Eso quiere decir que solo han pasado dos horas desde que me caí de la nube. Así que supongo que todavía no han encontrado la pelota y la zanja que dejó mi culo al resbalarme de la nube. Y doy gracias por ello.
   ―¿Por qué agradecés que no sepan dónde estás? ―preguntó Marcos―. ¿No se supone que si tus amigos te encuentran te pueden curar tu ala y llevarte para arriba?
   ―Es una larga historia ―advirtió Ale, que ya conocía detalles de la vida del ángel.
   Renso asintió y se dispuso a repetir su relato. Al menos contar sus últimas horas en el Cielo, Marcos captaría la idea pronto, como sus amigos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Vida

   En la fotografía no se ha dado por enterada de que ya no es parte de este mundo; el vínculo que la ataba a la vida se ha roto. Vida está feliz, mirando con ojos soñadores hacia un futuro lejano repleto de oportunidades y tiempo, mucho tiempo. El sol le baña el rostro con su luz anaranjada, anunciando el final del día, en un crepúsculo soñador. Pero Vida ya no está. Y Lautaro a veces lo olvida.
   Él deja caer la fotografía a un lado y se tira de espaldas sobre su cama. Mira al techo, blanco como la ausencia de memoria —algo que desea poseer— o como la pantalla de una sala de cine, a punto de ser proyectada sobre ella la película de una vida, de Vida, de su vida.
   Hay que aceptar que la muerte siempre gana la guerra; aunque nosotros ganemos la batalla, sabemos que al final perderemos, mas nunca sin dejar de luchar. Pero nadie está preparado para una muerte repentina. Lautaro no estaba preparado para la partida de Vida. Lautaro estaba  comenzando a vivir sus sueños hechos realidad cuando un accidente le truncó su futuro, y el de ella. Ahora es sólo una bruma de dolor y llanto, acompañados de cansancio y locura.
   ¿Cuándo fue la última vez que salió a jugar un partido de fútbol en el club del pueblo? Ya no lo recuerda. Eso es parte de otra vida. 
   Una mosca danza en el aire, sobre su cara dibujando trayectorias aleatorias, restándole importancia al corto tiempo que dura la vida del insecto. Nada parece real. Es todo parte de un sueño. Sin embargo, los sueños son reales y ese es un problema sin solución.
   El sol se pone en el ocaso, como en la fotografía de Vida. Lautaro cierra los ojos y espera volver a verla como todas las noches. Espera que la vida sea así el resto de su existencia. Al menos de ese modo ya no estará solo. Nunca más.

martes, 1 de noviembre de 2011

Alas del cielo (Capítulo I)

I. CAÍDO DEL CIELO

1
   Boca ganaba uno a cero a Atlético de Rafaela e iban diez minutos del primer tiempo. La alegría de Alejandro después del gol de Blandi se notaba a leguas: su cara de boludo acentuaba esa felicidad al ver ganar a su equipo, puntero del torneo local e imbatible.
   Fuera, el día estaba radiante. Marcos estaba leyendo unos apuntes mientras se dejaba calentar por el sol de primavera. Debía estudiar bastante ya que se acercaban los parciales y había perdido demasiado tiempo jugando a la Play con sus amigos, era hora de asentar cabeza.
   Laura dormía una siesta bastante larga. La noche del sábado había hecho estragos en su persona. Sus amigas eran de lo peor a la hora de tomar alcohol y ella se dejó llevar por sus comentarios. El enojo de Marcos había sido severo: habían tenido una pequeña discusión al respecto y ella finalmente se había ido a descansar. Luego estudiaría junto a él, cuando pudiera levantarse, y ya eran las seis y media.
   Este era el panorama que se planteaba para un domingo que no estaba lejos de tocar a su fin. Todo transcurría con calma, era un día más en el calendario. Pero algo cambiaría el destino de estos muchachos que asesinaban la adolescencia para recibir a la adultez.

   Un fuerte estruendo rompió la calma del domingo. Se oyó en el baldío que se hallaba junto a la casa de Marcos. Este se levantó de su silla, dejó allí sus apuntes y se dirigió hacía el terreno abandonado.
   ―¿Qué mierda fue ese ruido? ―preguntó Alejandro al tiempo que abría la puerta de la casa y asomaba su cabeza repleta de curiosidad.
   ―Creo que vino de al lado, en el baldío. Parece el ruido de un golpe de algo grande. Vamos a ver.

sábado, 29 de octubre de 2011

Mariana...

ADVERTENCIA: El siguiente relato contiene un lenguaje sólo apto para mayores de 18 años (me obligaron a colocar advertencias por seguridad).

MARIANA...

1
   ―Yo te digo que no puedo más. Me duelen las rodillas y apenas puedo mantenerme parado ―fue lo primero que dijo Fernando cuando se acomodaba en una silla del bar de Popi y se dirigía a Pepe―. Esa negra me hizo mierda, boludo.
   Pepe lo miraba con cierta sorpresa en su cara, no creía que ese gil se hubiera garchado a Mariana, esa rubia era una fortaleza sexual y este cara de pajero había logrado atravesarla. Pensaba que valdría la pena haberse levantado tan temprano esa mañana. Estaba dispuesto a escucharlo pero no a creerle.
   ―Contame detalles de todo lo que pasó, Fer. Te juro que no puedo creerte ―le confesó Pepe.
   ―Sabía que no me creerías. Por eso lo grabé todo en el celular ―dijo Fer al tiempo que daba palmadas al bolsillo izquierdo de su jean azul.
   ―¿Ella lo sabe? ―preguntó Pepe.
   ―Sí. Pero eso no importa ahora, creo ―respondió Fer.
   ―Mostrame el video, boludo.
   ―Calmate, mi viejo amigo. Pedile una birra a Popi que te voy a contar mi hazaña sexual.
   Pepe le pidió una Quilmes a Popi y dos vasos. Llenó los vasos al tope. Fer le dio un sorbo a la fresca cerveza y se aclaró la garganta. Tenía mucho para contar. Y temía que pudiera perderse algún detalle importante. Pero los recuerdos aún flotaban en su cabeza, excitándolo cada vez que recordaba los momentos agraciados que había vivido la noche anterior. Nunca más se volvería a tocar, bueno, en realidad nunca cumpliría esa promesa. Ningún hombre lo hace ni lo hará jamás.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Tres divagaciones de mi vida


CONDENADO POR MIS PENSAMIENTOS

    La Luna se eleva entre las tinieblas. Las estrellas brillan dentro de un mar de oscuridad infinita. El horizonte es marcado por el resplandor de las luces de la autopista. Y el silencio que me dice que ya no queda salida.
   Es el instante en que no queda nada excepto el miedo que llevo dentro de mí a lo desconocido. La brisa primaveral y los grillos me entregan una noche de sábado perfecta y romántica pero no puedo usarla con nadie. Solo, sentado afuera y debatiendo con mi conciencia, así pasa mi tiempo relativo. Pienso que algo habré hecho mal para estar solo, en vez de estar en algún boliche disfrutando la noche. Nadie me tiene en cuenta a la hora de la joda. Y eso, aunque no parezca, me pone mal.
   El hecho de sembrar esperanza y obtener desilusión desgasta mi alma y acorta mi vida. La juventud hace tiempo que me abandonó y las horas pesan en mi interior.
   Lo único que pido es una última oportunidad. El problema es que no sabré aprovecharla jamás. Ese es el destino que elegí para mí: sufrir en soledad.

   "El cambio solo se logra si uno es (siempre) el mismo".


ÓYEME, ÁNGEL DE MIS PALABRAS

   (Necesito escribir)

   Mírame. Llegué al final aunque nunca confiaste en mí. Te di todas mis esperanzas y me quedé con mi voluntad para caminar. Sí, eran muchos kilómetros los que debía recorrer y muchos me decían que no podría hacerlo. Una mujer fue la piedra en el camino que generó en mí especulaciones y esperanzas de un amor incipiente que jamás prosperaría; iluso de mi parte creer que enorme belleza sería capaz de amarme. Éramos como la luz y la oscuridad, jamás estaríamos juntos. Ella es luz, su sonrisa ilumina mi amor, sus ojos son las negras ventanas del amor, ¿para quién? Mejor no saberlo. Pero pude esquivar esa piedra al final con algunas consecuencias: derramé lágrimas saladas creadas con desilusión, rompí momentos agradables por pensar en ella, esquivé muchos amores que no me servían.
   Caminé, caminé y caminé. Siempre mirando al frente y olvidando los problemas que dejaba atrás. Alguien me extendió su mano cuando la luz se hubo apagado y me guió en la fría oscuridad.
   (Sí, sus manos eran cálidas y su voz dulce, casi angelical. Es mi ángel de la guarda, pensé. Me susurraba al oído palabras de aliento y acariciaba mi alma con su confianza. Se lo agradezco, de verdad.) 
   El sol salió, seguí mi camino. Llegué y miré atrás creyendo que todo había quedado en el pasado. Error, todo sigue siendo parte de mi vida, tanto lo malo como lo bueno. Ella continúa en mí como lo hace mi dulce ángel de la guarda; mis fracasos continúan como mis malos momentos; al fin y al cabo estoy armado de todo y todos, de amor y odio, de amistad y enemistad. Soy así, bueno y malo.
   Hay cosas que jamás cambiarán. Yo soy una. Pero sé que lo que quiero lo seguiré queriendo y, si lo tengo a mi lado, seré feliz.

   (Escribí lo que debía escribir, no quiero corregir porque el cariño tiene sus errores y, de los errores aprendemos).


UN DÍA PARA AMARTE, UNA VIDA PARA OLVIDARTE

    Cuando la noche culmina, los miedos se esfuman con la oscuridad. Los fantasmas que nos acometen se pierden en la claridad del cielo. Cuando nace el resplandor naranja en el horizonte, también nace una nueva esperanza y nace un nuevo sueño. Desde ese momento maravilloso en el que dejamos de imaginar dormidos, comenzamos a soñar despiertos. Pocos disfrutan ese acto de la naturaleza, pocos ven parir el Sol en el cielo negro.
   Se vive el día con tanta intensidad que dejamos pasar muchas cosas importantes. Olvidamos que somos nada en el universo. Olvidamos que somos un instante despreciable para el universo. Olvidamos que el universo nos devora ferozmente hasta sumergirnos en su final.
   Durante el día me enamoro y durante la noche me olvido. Durante el día existo pero durante la noche soy nadie. Durante el día estamos protegidos por el sol pero durante la noche rondan nuestros peores temores. Durante el día soy ciego pero durante la noche veo con claridad lo que le oculto a mis ojos.
   El día está culminando. El sol está debilitándose a medida que se asoma al horizonte. Las nubes fluyen sobre el sol en un torrente de tranquilidad dinámica. La noche espera ansiosa devorar la cordura de los débiles y los sueños de los estúpidos.
   No dejaré que el sol se lleve tu aroma y frescura juvenil y me deje el olor a muerte y pesadillas que la noche necesita para alimentar los miedos de los que no queremos ver el futuro sin pisar el pasado ni olvidar el presente.
   Nunca más vuelvas a dejarme sin decir adiós; nunca más vuelvas a pedirme que no demuestre lo que siento por vos porque no quiero ocultarme en la noche para salir de día.
   Tus ojos dicen la verdad cuando me mentís. Tus ojos ven en mí lo que nadie es capaz de comprender cuando me expreso.
   Tu amor es mi día. Tu adiós es mi noche.
   Me gustó el momento de ilusión, ese momento en que aún existían esperanzas de tenerte para mí. Ese era mi amanecer bello. Fue bello mientras duró.
   Luego llegó el día, la tarde. Ya estaba demasiado "arrastrado" hacia vos. Ya estaba demasiado enamorado.
   En el atardecer comencé a tener sospechas de que nada iba hacia buen rumbo y empecé a hundirme en la oscuridad de la depresión.
   La noche llegaba y me consumía lenta y dolorosamente. Por las noches te extrañaba, aún te extraño.
   Mi amor por vos puede definirse como un día en mi vida. Puede definirse como 24 horas en un día de 25 horas.
   Esa era mi idea. Expresarme para desahogar lo que me tiene a maltraer. Espero que el futuro me lleve a leer estas palabras y ruego reír en vez de llorar.
   Que sea un bello recuerdo y no un fantasma del pasado.

   Así es como el tiempo avanza implacable sobre nuestras vidas aunque nunca podrá borrar estas palabras repletas de verdad que escribí hace un año...



   Eso es todo por ahora, qué se le va a hacer... A veces suceden cosas extrañas en la cabeza de uno.


domingo, 16 de octubre de 2011

Sobre el tiempo (Cuatro locuras)

CELULAR


   No deja de mirar su celular. Tan inexpresivo, tan apagado, tan infame. Solo debe tomarlo y llamarla.
Todas sus dudas tendrían final en esa llamada, pero debe resistir y esperar, así pesa el tiempo. Él, incapaz de hablarle de frente hasta hoy. Ella, demasiado expresiva en sus sentimientos que lo intimida a Él.
   Somos compañeros, piensa Él, ni siquiera somos amigos. ¿Lo habrá pensado?
   Sentado, con la tele encendida, no la mira, sólo la escucha. Está apoyado de brazos sobre la mesa con la cabeza inclinada observando ese maldito celular. Llamala y sacate esa puta duda de una vez por todas, le dice la voz que lo acompaña desde que tiene noción de la vida.
   El silencio inunda la noche totalmente oscura y fría. Extiende la mano con intención de tomarlo pero se arrepiente rápidamente.
   Dejé pasar mucho tiempo y muchos momentos pero si no lo hago ahora perderé para siempre. La perderé a Ella. Quiero saber qué piensa de todo esto. Tengo que terminar lo que empecé ya pero tengo miedo.
   El miedo lo invade desde la última vez que le dijeron que NO en el amor. Teme que vuelva a suceder. Sería demasiado para su corazón que muy agrietado está. Pero también está echada la última carta. A todo o nada. Dijo que lo pensaría, que no se imaginaba nada de lo que le dije. Que necesitaba tiempo. Siempre es así. Un modo muy agradable de inyectarte el veneno sin que sientas dolor hasta que hace efecto.
   La luz del celular se enciende. Comienza a sonar una canción de Molotov. Es una llamada. Toma el celular y lee el nombre del llamante. Es Ella.
   Me está llamando. Pensó lo que le dije.
   Presiona la tecla verde y se acerca el auricular al oído.
   -¿Hola?


OSCURIDAD (PALABRAS METAFÓRICAS DE UNA IDEA ABSTRACTA)

   La luz se había extinguido de golpe. La oscuridad bañaba la tarde de verano. 
   El Sol había estado implacable hasta el preciso momento en que su luz simplemente desapareció, se extinguió. No había ni un sólo rastro de existencia de luz. No había electricidad. Las linternas, velas, celulares, ningún objeto emitía luz. Simplemente, había desaparecido. El miedo comenzó a trabajar y usurpar los cuerpos de los seres vivientes sobre la Tierra.
   El silencio acompañado de la oscuridad era el cóctel que más temor daba. No por el hecho de que haya silencio sino por el hecho de que se podía oír las voces del pasado al acecho de la mente de los pocos sobrevivientes. Las voces estaban más cerca y se las oía más fuertes. Las escuchaban dentro de sus cabezas. Podían sentir los latidos de sus corazones al ritmo de sus respiraciones y sincronizados con el sonido de las palpitaciones de las sienes.

   Hace tres días que la luz desapareció para siempre. Las plantas están muriendo. Los animales enloqueciendo y matándose los unos a los otros. La mayoría de los humanos han perdido la cordura (y los que no, pueden ver los fantasmas esperándolos pacientemente para llevarlos). El oxígeno se está agotando. Sólo es cuestión de tiempo para que la vida desaparezca de la faz de la Tierra.
   El tiempo dejó de existir para toda la eternidad. El infinito rodeó los cuerpos de los que se han ido y espera que el infierno ceda su lugar.


MENTIRA

   Es inevitable caer. Debemos tenerlo siempre presente; porque si uno quiere ganar, tiene que aprender a perder.
   ―La mentira es la que destruye la confianza con toda certeza.
   ―De eso no hay dudas.
   Lo que genera dudas es el funcionamiento de los pensamientos del mentiroso y, a veces, traidor. ¿Cómo puede estar confundido sin saber qué acto realizar? Le duele en el alma mentir pero siente una gran sensación de placer una vez que lo ha hecho. Es inevitable, el mal está en nosotros y nos genera placer dejarlo actuar, aunque después queramos sanarnos con actos de bien, todos buscamos un lugar en el cielo pero antes queremos conocer el infierno, por simple curiosidad.
   ―Tú sabías toda la verdad. Siempre la supiste y no me dijiste nada.
   ―Lo lamento, temía que la verdad te hiciera daño.
   ―Eso te hace cómplice de su mentira. Me ocultaste la verdad, siempre la supe, y también la oculté para que ustedes se hundieran aún más en su propia mentira, se les escapó de las manos.
   No existe cura para estas telarañas de mentiras y traiciones, porque todos son culpables. Todos son mentirosos y traidores. La mentira es como un virus que se expande entre los seres infectando la honestidad hasta límites insospechados.
   Tarde o temprano, la verdad se conocerá y, desde ese momento, otras mentiras nacerán; sólo debemos dejar actuar al tiempo, destructor de mentiras. Necesitamos las mentiras para vivir, para llegar al final de la vida creyendo que hemos sido inocentes de nuestras propias trampas.
   ¿Cabe la necesidad decir que todo esto ha sido una simple mentira?
   Mentira.


TE EXTRAÑO

   Oh, extraño tus besos y tu mirada.
   Mirada: llena de fuego, luz y alegría, no puedo olvidarla; ella es la gran fortaleza de tu belleza inolvidable. Perfecta, eterna, joven.
   Ojos: ¿qué ocultaran esos bellos ojos iluminados por tu alma que no conoce el tiempo? Mirarlos provocaba que me perdiera en un mundo profundo de amor, campos de vientos que susurraran tu nombre al oído; imposible olvidarte; imposible no extrañarte.
   Voz: aún puedo oírla en mi cabeza, puedo oír tus palabras disparadas hacia mí cuando te enojabas, gracias, pues era protagonista del momento, y tu voz pronunciando mi nombre con su suave y monótono sonido, dulce como la luna llena en una noche de primavera.
   Amor: es demasiado el amor que debo guardar para alguien que lo quiera, alguien que lo acepte. Esperaré pero nada evitará que deje de extrañarte, soy un hombre enamorado de una utopía del amor; enamorado de una diosa olvidada; enamorado de la noche, de la dulzura, de tu imagen perfecta.
   (No hay nada que me proteja ante semejante belleza, oigo a mi corazón galopar por los campos del amor refrescándose con los besos de tu aliento, gritando que jamás te olvidará, jamás podrá sacarse el nombre tallado a pasión de tu nombre; tu amor es la ceguera de mi olvido, nunca podré olvidarte. Tu nombre está marcado en mi memoria; siempre: TE EXTRAÑO.)



martes, 6 de septiembre de 2011

Rosa Negra


Oh, Rosa Negra. Estás muriendo por la sequedad de tus lágrimas. Tus pétalos caen acariciando la brisa que envuelve el amor del cofre de la inseguridad.
¿Quién te ha dicho “NO”?
Estás marchitando tus buenos momentos por un error de la ceguera de un ciego que no quiere ver. Tus espinas ya no duelen; olvidaron cómo crear heridas en los labios; olvidaron cómo besar; olvidaron cómo liberar su pasión.
Oh, Rosa Negra, no te entregues al fracaso de la vida. Oh, amor mío, déjame entrar en ti y enseñarte a amar.
Rosa Negra, estás deshojándote en el olvido de un mal amor.
Yo no te miento: yo te sabré amar.
Él no te ha visto a los ojos, él no te ha oído. Perdónalo por equivocarse, olvídalo y déjame ser el agua que necesitas beber; déjame regalarte mi vida; déjame oler tus caricias.
Él no merece tu sufrimiento. Déjalo en el pasado. Y recuerda:
yo nunca te diré “NO”.

sábado, 6 de agosto de 2011

Nacida del estímulo de una canción


El amor de mi vida”, dice la canción de Queen al tiempo que algo surge en mi cabeza, tal vez sea un sentimiento, tal vez un pensamiento. No sé, se me hace difícil diferenciar entre ideas y sentimientos. A veces van en un sendero demasiado estrecho, uno a la par del otro. Eso hace difícil distinguirlos como dos entes separados, parecieran ser cuerpo y alma fundiéndose para formar la unidad que muchos llaman amor, parecen sólo uno.
He aquí donde surge mi duda: ¿el amor piensa? No lo creo, pero sí creo que los que aman piensan (eso se los debo ya que yo nunca he amado, aunque he convivido con seres que han amado. El amor no existe para mí, es sólo una idea para equiparar el odio que nos rige. Que en mí no haya existido el amor no quiere decir que algún día pueda existir). En fin, el cielo está en el suelo, y yo voy buscando un ángel que me regale un beso cuando llegue a casa. Alguien que se ría y llore conmigo, que comparta mi felicidad y mi tristeza.
Hoy quiero llegar a mi destino y que un abrazo me esté esperando al otro lado de la puerta. Sé que no podrá ser; si yo no creo en el amor, éste sencillamente desaparece de mi vida. Percepción de realidades, podríamos decir.
No sé, quiero llegar a casa. A esa casa que llamo hogar. Quiero que el amor se expanda allí dentro como si fuese un gas venenoso —para el corazón—. Sigo buscando a ese alguien que sea capaz de escribir en mi alma las palabras "TE AMO", sigo creyendo en mí y en que podré crecer para dejar las puertas de mi casa abiertas y mi corazón a merced del cambio...

martes, 2 de agosto de 2011

Soy tu idea




Déjame huir de esta cárcel de cristal. Quiero sentir tus labios en todo mi ser. No esperes, el tiempo es valioso. Cierra tus ojos y déjate llevar por tus instintos, por mis palabras.
No hay demasiado por decir: soy la idea que gira dentro de tu copa mientras esperas a que el tiempo pierda su valor. Soy lo que no quieres ver; soy tú. Entrega tus labios a mi ser.
Déjame huir dentro de tu cuerpo. Déjame borrar tu memoria con mi aroma. Déjame morir en tu calor. Déjame ser libre.



Para El Edén de Los Novelistas Brutos, de Cristian Barbaro. Ejercicio de Literatura.

sábado, 30 de julio de 2011

Una historia llena de nada para contar




—¿Por qué tenés esa cara de boludo, Negro? —le preguntó el Ruso, sentado en un banco de la Plaza Principal.
—No, por nada. Es que..., ¿cómo decírtelo? No sé, hay algo que me está saliendo mal —contestó el Negro.
—Ah, ¿sí? Qué raro. Viniendo de vos, que sos pura ternura y seguridad —acotó el Ruso.
—Ése es el problema. No estoy seguro de lo que estoy haciendo, mis dedos no están seguros. Mi proyecto no me está saliendo para nada bien. Desde hace una semana, todo se me fue al carajo. Malditos sucesos
—¿Qué proyecto? ¿Qué dedos? ¿Qué sucesos?
—De a una pregunta por vez. Un relato es mi proyecto. Hace dos semanas que lo empecé y todavía no pude terminarlo. Y eso que sólo serán dos mil palabras. Y mis dedos son los que escriben mis relatos, ellos son mi vitalidad...
—Ah —lo interrumpió el Ruso, es muy raro, vos no sos así. Jamás dejaste nada sin terminar hasta donde sé. Vení, sentate al lado del Capo y contale qué te anda pasando —dijo el Ruso señalando el banco.
—Si no me interrumpís como recién te cuento todo lo que me pasó. —El Ruso asintió procurando cerrar su boca por un rato. El Negro continuó—: La culpa es del facebook, del puto facebook, y mis dedos, que se dejaron llevar por el poder del gigante de internet —comenzó recordando el Negro.


Era complicado resistir dos días sin conexión a internet pero no había otra posibilidad. Debía sacrificar ese lujo para terminar todas las tareas pendientes que estaban al borde del límite temporal. Llevaba una semana de vacaciones y aún no se había puesto las pilas para terminar todo lo que había comenzado. Pero no pudo resistir la restricción. A las dos horas desde que hubo desconectado su notebook de internet volvió para revisar el facebook. El Negro quería saber qué estaba haciendo ella. Ella, que siempre relataba el minuto a minuto de su vida en el facebook como si fuese el Gran Hermano, estaba a cien kilómetros de distancia de él. ¿Y para qué mierda crearon la internet? Creo que para mantenernos comunicados.
—Bueno, en realidad, eso era cosa de los telégrafos —dijo el Negro a la habitación vacía.
Abrió el navegador de Google, que ya estaba configurado para que inicie en facebook.com, y miró por quince minutos el muro de su facebook. Todos estaban metidos con el juego ése que nadie quería jugar pero que terminaban haciéndolo, atrapados por sus redes de la curiosidad, el CityVille. El Negro también jugaba al CityVille pero en ese momento no era su prioridad. ¡Opa! Una publicación de ella. Notó que había cambiado su foto de perfil, en ésta parecía más gato (en su lenguaje vulgar). Cliqueó sobre su nombre y vio la imagen de perfil con mayor detalle. ¡Por Dios! La imagen estaba tomada desde un ángulo superior, sobre ella, llevaba mucho escote y el Negro sintió un leve hormigueo en la entrepierna cuando vio que tenía las tetas casi al aire, al borde de los pezones. “¿Y de esa mina trola estoy enamorado yo? Y la puta madre que me parió”, pensó azorado. No había salida, ahora estaba atrapado por las garras del gato de facebook.
—Y pensar que una vez publiqué un relato en su honor en el Blog de Los Escritores del Fracaso. Toda loca resultó ser esta mina. —Negó con la cabeza. Estaba bastante enamorado (o caliente, tal vez) para saber cuál sería su siguiente paso, si había un siguiente paso en un proyecto que no tenía ni pies ni cabeza.
Nadie se da cuenta del tiempo que transcurre cuando está conectado a la internet. Y mucho menos se dan cuenta del tiempo que se pasan haciendo absolutamente nada en el facebook, que es mucho más que el tiempo que están en el resto de la internet. Y pensar que entra más gente a las redes sociales que a las páginas pornos, qué mala leche. Cómo se caga nuestra nueva generación. Ya ni libros se podrán leer (o sentir, mejor dicho) con esto de los e-books.

lunes, 25 de julio de 2011

Fantasmas en el pasillo



-¿Qué te sucede, Peter? ¿Por qué tienes esa cara de perro golpeado? -le preguntó Juan.
-No sé si me vas a creer si te cuento lo que vi anoche -le dijo éste a Juan, se notaba en su rostro que el miedo había pisado fuerte y había dejado sus huellas en su cara de malsano adolescente.
-Venga, Pete, cuéntame qué viste anoche.
-Bueno, yo estaba en la pensión. Estaba absolutamente solo, yendo de aquí para allá, sin nada para hacer (eso sucede cuando estás de vacaciones y muy aburrido). Estaba oyendo a Andrés Calamaro para relajar mi cuerpo cuando oí un estruendo que casi me hizo cagar hasta las patas.
-¿Qué era el sonido?
-No sé, creo que era pirotecnia de los hinchas de fútbol; hoy tienen un partido importante, ambas partes se enfrentan en el clásico de la ciudad.
-Sí, es cierto. Ojalá que el Lago descienda a la B. Son unos inútiles...
-Cálmate, Juan, que yo soy del Lago. Un poco más de respeto pido, por favor -le reprochó Peter.
-Está bien -dijo Juan levantando las manos, como si intentase liberarse de un crimen que sí cometió-. Sigue con tu relato.

jueves, 14 de julio de 2011

Otoño de amor






1
Andrés observaba a las hojas del otoño caer al suelo; las observaba en su último trayecto luego de una lenta agonía y lucha contra la muerte; las veía caer lentamente rogando piedad al viento, intentando llegar a un lugar que jamás conocerían; las veía morir en susurros. Su mirada era pensativa, analizaba cada movimiento de su día mientras el sol se ponía en el horizonte y el frío se aproximaba desde el sur, traídos por fuertes ráfagas despiadadas y crueles. Pensaba en ella, en Dolores. Ella sufría por culpa de un imbécil que no la quería, que la maltrataba, que no la apreciaba; al tiempo que él se quedaba sentado viendo morir a los días y nacer a las noches otoñales. Debía hacer algo urgente, no podía dejar pasar el tiempo o sería muy tarde para volver atrás.
Necesito hacerlo, Damián —le dijo al muchacho que estaba sentado a su derecha sin apartar la mirada de las hojas suicidas, cansadas de la fotosíntesis y de todo el maldito ciclo de la vida—. Ella está sufriendo y no puede hacer nada.
Tú no puedes hacer nada al respecto —le recordó Damián—. Lo sabes muy bien. Ellos tienen un hijo. Eso es suficiente para que te apartes de todos sus problemas. Ella no te incumbe por más que la ames.
Me cago en toda la mierda sobre la paternidad. Ese hijo de puta no quiere a su hijo. ¿No te das cuenta? Es un ser egoísta, todos somos así. Queremos lo que no nos pertenece. Y ella ya no le pertenece a él.
Le pertenece. Lo sabes, Andrés. Él es el padre y decidió volver para cumplir con su rol, con su papel. Este es el argumento.
La historia se puede cambiar, Dami. Lo voy a demostrar.
No. No harás ninguna locura. No lo permitiré.
Andrés giró su mirada hacia Damián, una mirada que imploraba súplicas y ayuda. Él había perdido a la mujer de su vida por culpa de los caprichos de un pendejo que no sabía lo que quería en su vida.
Lo voy a matar, Damián. Y no lo vas a evitar. Lo mataré. Lo juro.

2
Las cartas juegan en contra del amor, a veces es así. A veces los caprichos de la misma vida tejen marañas de redes que nos controlan a su voluntad cual marionetas controladas por un dios sin manos a través de hilos invisibles.
Andrés no encontraba la vuelta de tuerca a todo este asunto que le provocó un giro de ciento ochenta grados. Ahora debía volver a su casa, donde sus padres le acobijaban pero les negaban su comprensión.
No queremos que estés con esa chica, Andrés —le dijo su padre mientras jugueteaba con su cigarrillo a medio terminar, hablando por él y su esposa—. Tiene un hijo, te utiliza. Quiere que te hagas cargo de lo que no te corresponde.
¡A la mierda con todo eso! —gritó Andrés mientras se expulsaba de su silla y se ponía frente a su padre—. Tú has hecho lo mismo con mi madre, ella estaba sola y conmigo a cuestas, sin posibilidades de crecer. ¿Por qué no puedo hacer lo mismo si la amo?
Porque estás haciendo las cosas muy mal. No estás en tus cabales, Andresito y…
No me llames así, Raúl —lo interrumpió Andrés.
Discúlpame, Andrés. No volverá a suceder. Digo que ella no es quien aparenta. ¿Acaso no te das cuenta?
Raúl se quedó mirándolo, esperando una respuesta por parte de Andrés que nunca llegaría. La ausencia de respuesta a su pregunta fue lo único que halló esa noche de otoño.
Andrés lo miró un momento más, resopló, viró ciento ochenta grados y se dirigió a su habitación.
La amo. No lo entienden —concluyó para sus adentros Andrés, asegurándose de que sus padres lo oyeran.

sábado, 11 de junio de 2011

El ángel de la realidad (Parte 2 de 2)








PARTE DOS

8
Llegué a casa pensando en que Laura estaría despierta como todas las noches anteriores pero me equivocaba. Entré en casa y encendí el interruptor de luz, el silencio reinaba en todo el hogar. En la sala estaba todo en perfecto orden. Esta noche Laura no estaba viendo televisión así que supuse que tal vez estaba leyendo algún libro de John Grisham, era su autor de novelas favorito, en el dormitorio. Así que me dirigí hasta allí y abrí la puerta de la habitación despacio hasta que noté que la luz estaba apagada, por lo tanto no estaba leyendo. Mejor para mí. Igual encendí la luz y allí la vi, estaba cubierta por las sábanas hasta el cuello y su rostro miraba al lado opuesto de donde yo me encontraba. La saludé por simple acto reflejo y ella se retorció en la cama, murmuró algo y siguió durmiendo.
   De repente tuve una sensación horrible, hacía tiempo que no me había atacado tan fuerte y sentía como si un duende intentara escaparse a través de mi piel, empujando mis órganos de un lado al otro. Sabía que debía ir al baño y hacer una gran necesidad. En el camino hacia el baño, por el pasillo que conectaba toda la casa, recordé los sucesos, lo hacía en parte para mitigar los retorcijones y en parte para comprender los hechos. Recordé el momento en que esa mujer había asesinado a mi compañero de trabajo y único amigo que tenía; recordé que siempre pensaba que nada iba a sucedernos ya que nuestro trabajo era muy sencillo, a menos que nuestro cliente de turno estuviera muy colocado o violento, pero Pablo era bueno para reducir a las personas. Además, él percibía el peligro. Por eso no lograba comprender del todo por qué se dejó asesinar de un modo tan estúpido.

Entré en el cuarto de baño y me senté en el inodoro, dejé que todo fluyera —fue como un maldito parto, calculo que fueron medio kilo más o menos— y seguí pensando, mientras el olor de  mi mierda arreciaba en el cuarto de baño. Pensé en el discurso de Valdés y en los sentimientos que experimenté mientras hablaba. No era normal en mí sentir admiración por nadie, menos por el jefe de una mafia. Pero eso había sentido, y había sido intenso —como el olor que se extendía como un gas ideal en el cuarto de baño, menuda mierda la mía—. Por un momento fugaz comparé esa admiración con la sensación que me había provocado el brillo en los ojos de la asesina de Pablo. Aunque eso no tenía sentido y lo descarté al instante. Me limpié el culo, tiré la cadena y me levanté el pantalón. En mi cinturón colgaba el estuche con la pistola dentro. En el bolsillo izquierdo estaba el celular. No acostumbraba a ir al baño con estas cosas encima pero las ganas de cagar habían roto con esta rutina. Es difícil pensar con el culo fruncido, mientras la mierda golpea a la puerta.
   Salí del baño sin apagar la luz, jamás lo hacíamos, y me encaminé hacia el dormitorio para descansar un poco. Tal vez para recordar a Pablo y homenajearlo un poco mejor, sin un medio escatológico de por medio —sé que él era medio mierda como compañero pero se merecía algo mejor y un poco más de respeto como amigo (siempre me dijeron que sepa diferenciar las relaciones laborales con la amistad, y eso a mí se me daba muy bien)—, recordar los días en que me intentaba convencer de que trabajara con él, que si continuaba robando pequeñeces del modo en el que venía haciéndolo iba a terminar en la morgue municipal y otras cosas más. Era como un padre para mí, mierda, y yo no había tenido tiempo de dedicarle unas lágrimas decentemente.

Me encontraba ensimismado en mis pensamientos cuando oí pasos provenientes de la habitación. Yo estaba a unos dos metros de la puerta cuando la atravesó mi mujer.
   Laura tenía la cabeza inclinada hacia abajo, su cabello le caía hacia delante y le tapaba el rostro. Parecía la niña de la película «The Ring», la que sale de la pantalla del televisor haciendo unos movimientos que me provocan escalofríos y miedo, sólo que mi mujer no se movía como la niña, pero igual sentí un profundo miedo hacia Laura.
   —¿Laura? —dije, sabiendo que algo no andaba bien—. ¿Estás bien?
   No respondió. En su lugar se giró levemente hasta estar frente a mí. Sus brazos colgaban inertes, como si fuesen el péndulo de un antiguo reloj de mansión, de unos hombros caídos; estaba levemente encorvada. El terror se adueñó de mí, Laura tenía la misma postura que la asesina de Pablo Cordera.
   Ella avanzó hacia mí a paso lento y arrastrando los pies. Un destello rompió la semioscuridad que nos bañaba, cuando la luz del cuarto de baño fue reflejada en un objeto metálico. Supe en ese instante que era un cuchillo, y enorme, como el de la asesina de mi compañero. Yo estaba paralizado del terror.
   —Laura, ¿qué piensas hacer? —le pregunté mientras luchaba contra la parálisis en mis piernas e intentaba avanzar.
   —Justicia —me respondió.

jueves, 9 de junio de 2011

El ángel de la realidad (Parte 1 de 2)





PARTE UNO

1
Es difícil comenzar a contar una historia específica sabiendo que toda la vida, todos los sucesos que la componen, están relacionados de uno u otro modo. Igualmente, intentaré mantener la línea argumental que me obliga a confesarme ante este ordenador (o computadora, como más les guste).
   Los sucesos últimos ocurrieron a una velocidad increíble, casi parecía todo parte de un sueño, parte de una fantasía que nadie imaginó. Pero sucedieron, aunque hay hechos con poca credibilidad en este texto. Ahora más que nunca, creo.
   Primero, nunca imaginé que mataría a una persona. Sabía que había alguna probabilidad ya que trabajaba en un ambiente en el cual la violencia era moneda corriente, pero yo creía que lo malo les sucedía a otros, como cuando un televidente mira una noticia en el noticiero sobre un asesinato o un robo y se dice a sí mismo que eso a ellos nunca les sucederá; creo que es un pensamiento un poco egoísta que utilizamos para protegernos de la realidad que nos rodea. La realidad que es cruel con los soñadores.
   Al final, sólo quedan las palabras, el último vestigio de la realidad del pasado.
   Viví una vida llena de peligros, viví mi vida en muchas noche de suma violencia (situación que eludíamos muy bien), corrupción y mentiras, una sucia red de mentiras.

Me es muy difícil comenzar ya que duele bastante recorrer el camino de la memoria, más si la misma permanece fresca. Soy una persona con un sentido del humor peculiar, una virtud algo molesta a veces; son pocas las personas que cuentan un chiste en un funeral. Pero yo no puedo evitarlo.
   Antes de que sucedieran lo que a continuación les contaré —un poco de suspenso para que se acomoden en sus asientos con un  cubo de palomitas de maíz (¡qué bien me sale el neutro, a veces!)— les confieso que era una persona muy escéptico, apenas creía en el poder antiinflamatorio de una aspirina. Pero la vida tiene esas vueltas que son capaces de cambiar nuestra manera de ver el mundo en un instante de sucesos vertiginosos. A mí me sucedió. No creo en fantasmas —aún no los vi, creo— pero  también creo («creer», lamento que lean éste verbo tan seguido pero ¿qué sería de mí si no creyera?, ¿qué sería de todos nosotros si no creyéramos?) en la vida más allá de la vida, creo en los muertos. Creo en la realidad en la que viven. Creo que hay más de una realidad y que puede ser muy peligroso romper el frágil escudo que las separa.
    En fin, todo en la vida es peligroso. Como dijo Alejandro Sanz en una de sus canciones: «Lo más peligroso de la vida es vivir.» (No me gusta Alejandro Sanz).
   Yo intenté vivir, a mi modo, pero lo intenté.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Adiós


   —Siempre fuiste parte de mi vida, ¿sabes? Nunca pude arrancarte del todo de mí ni de mis recuerdos —le dijo en un frío susurro que se llevó el aullido del viento invernal acosado por las gotas de lluvia. 
   El viento era fresco y le dolía cuando se estrellaba contra la piel de él. El cielo estaba nublado y las gotas finas de la lluvia que caían del mismo anunciaban una tarde fría y lluviosa, ése era el comienzo (y el fin al tiempo). Él estaba parado con su ramo de flores. Quería hablarle por última vez. Despedirse.
   —Por ti aprendí de mis errores; ahora debo olvidarte y continuar adelante ya que tú me olvidaste primero, cuando te necesitaba.
   Hizo una pausa.
   Su pelo quería huir de sus ideales, quería ser arrancado por el viento mientras sus lágrimas recorrían horizontalmente el rostro de él, dejando un marcado camino de penas y fuerzas débiles, hacia atrás. 
   —Te olvidaste de mí. Me dejaste morir en el futuro y me arrancaste la vida de mi memoria. Jamás te lo perdonaré. Te llevaste a mi familia, a mis amigos, a mis amores, a mi historia. Dejaste una mancha oscura en mis instantes. En todos mis instantes. Si aprender de los errores implicaba este precio, jamás habría aceptado. Ése fue mi último error. Adiós.
   Se inclinó hacia el suelo y dejó el ramo de flores en el césped, donde se encontraba la tumba del Pasado.