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miércoles, 25 de mayo de 2011

Adiós


   —Siempre fuiste parte de mi vida, ¿sabes? Nunca pude arrancarte del todo de mí ni de mis recuerdos —le dijo en un frío susurro que se llevó el aullido del viento invernal acosado por las gotas de lluvia. 
   El viento era fresco y le dolía cuando se estrellaba contra la piel de él. El cielo estaba nublado y las gotas finas de la lluvia que caían del mismo anunciaban una tarde fría y lluviosa, ése era el comienzo (y el fin al tiempo). Él estaba parado con su ramo de flores. Quería hablarle por última vez. Despedirse.
   —Por ti aprendí de mis errores; ahora debo olvidarte y continuar adelante ya que tú me olvidaste primero, cuando te necesitaba.
   Hizo una pausa.
   Su pelo quería huir de sus ideales, quería ser arrancado por el viento mientras sus lágrimas recorrían horizontalmente el rostro de él, dejando un marcado camino de penas y fuerzas débiles, hacia atrás. 
   —Te olvidaste de mí. Me dejaste morir en el futuro y me arrancaste la vida de mi memoria. Jamás te lo perdonaré. Te llevaste a mi familia, a mis amigos, a mis amores, a mi historia. Dejaste una mancha oscura en mis instantes. En todos mis instantes. Si aprender de los errores implicaba este precio, jamás habría aceptado. Ése fue mi último error. Adiós.
   Se inclinó hacia el suelo y dejó el ramo de flores en el césped, donde se encontraba la tumba del Pasado.

Carta rota



   Bueno. Es difícil expresar lo que siento en estas líneas escrita a mano con la razón. Espero que me entiendas, por dentro fuimos iguales, uno mismo; así funciona el amor, creo, así actúa: a través de nuestras creencias. Sé lo mucho que te dañé, y todo por culpa de una fantasía en mi cabeza. Sé lo mucho que perdí al decirte la verdad de un modo tan idiota. Sé que no tiene sentido seguir escribiendo esto ya que pronto te veré, al menos eso espero. Escribir es un exorcismo en mí; en las palabras dejo mi eternidad y vuelco mi honestidad, también un poco de mi locura, ¿entiendes? Eso espero.
   En fin, no voy a dar más vueltas al asunto que me llevó a escribirte. Algo se rompió. Lo sé y creo que tú también. (No es nada de lo que nos imaginamos en un principio.) Algo falló en la realidad y creo que es por eso que estamos en esta situación tan difícil. O estoy en esta situación tan difícil. No es fácil admitir que tú ya no estás en el mundo de los vivos, por eso a veces siento que es un poco inútil el sentido de estas palabras, aunque por otro lado lo leerás, algo en mí me lo dice. (A veces creo que estoy un poco loco, ¿me estaré equivocando?)
   La realidad está rota, quebrada, agrietada. Por ésas grietas desborda fantasías y un poco de locura humana. Una locura que sólo es capaz de ser retenida en nuestras cabezas, hasta el final. Tú fuiste llevada a ese mundo que no existe —contra tu voluntad (y la mía también)—, al menos ante nuestros ojos, de los que estamos vivos. ¡Mierda!, si no me hubiese quedado paralizado durante un segundo habría logrado alcanzar tus manos y salvarte, pero el miedo fue protagonista absoluto en mi cuerpo. Por un instante —ése segundo— que desencadenó esta locura de fantasías reales, en un mundo de sueños.
   Lo lamento, Amor, lo lamento mucho. No quise que te fueras de ése modo. Y creo que pronto nos encontraremos dónde sea que estés porque el mundo sigue quebrándose más y más. Arrojaré esta carta por una de las grietas, y esperaré a que la leas. Sé que ella morirá como tú. Sé muchas cosas pero no comprendo nada.
   La realidad continúa rompiéndose. Las grietas se extienden como redes de venas vitales de la realidad que se debilita en un arroyo de confusión.
   Creo que sigue siendo inútil continuar escribir pero también sé que así puedo escapar de esta realidad alterada por nuestro poder... el poder de crecer, el poder de creer…

Con mucho cariño, de tu Amor.