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domingo, 26 de diciembre de 2010

Luz Final


(inicio grabación)

                La oscuridad es absoluta. La tormenta amenazó ser poderosa pero no fue más que un simple susto. El viento sí fue intenso, y generó el corte de luz. Ahora, tres horas después del corte y la amenaza de tormenta, la maldita empresa de suministro eléctrico se ha olvidado del pueblo lejano de la zona oeste de La Plata y, por ende, estamos sin luz hasta el momento. Creo que es la una de la madrugada. Aún no he podido conciliar el sueño y opté, por esta razón, tomar el grabador y grabar mi voz.
         …
(silencio absoluto)
         Miro a través de la ventana y sólo veo tinieblas; puede sonar contradictorio pero, al mismo tiempo, veo la noche con una claridad que es perturbadora. Siento miedo. Por mi cabeza rondan voces lejanas y por mi campo visual figuras que no existen (al menos eso creo yo). Lo único que es cierto es que no hay electricidad (indispensable en esta época)  y mi cabeza se defiende de los pensamientos irracionales.
         Dentro de la casa escucho el respirar constante de mis hermanos. Ellos duermen tranquilamente sumergidos en sus sueños “mojados” despreocupados de la realidad. Y yo siento miedo. Siento inseguridad pero no por los fantasmas sino por los seres vivos; siento miedo de lo tangible, de lo real. El silencio es ahogado a veces por los ladridos del perro del vecino. Algo anda rondando afuera. Y miro por la ventana esperando ver algo que no sea producto de mi imaginación.
...
         Soy víctima de mi propia imaginación. El miedo se apropió de mí. Estoy solo en este mundo al borde del abismo de las tinieblas y tiemblo; no quiero caer en las profundidades de la oscuridad absoluta; no quiero caer en las insensatas redes de la locura; no quiero morir en el umbral de lo paranormal con la fantasía; no quiero, no quiero, no quiero…
...
         Lo único que quiero es respirar aire fresco. Quiero salir afuera y sentir la fresca brisa que dejó la amenaza de tormenta. Necesito salir afuera. Necesito pero no sé por qué ya que...
...
         Alguien me llama, alguien me nombra, alguien me necesita. Tengo sed y fuera puedo calmarla. El corazón late a un ritmo peligroso y vertiginoso, lo oigo en mi cabeza. La vida se escapa de mis manos. Toda la gente que amé la veo actuar en una película proyectada en las salas del olvido dentro de mi cabeza a una velocidad espeluznante, casi metafórica. El miedo cesa y la puerta grita mi nombre, los grillos cantan y el perro continúa con sus constantes ladridos.
         La luz aún no ha vuelto. Las voces ya no las oigo muy lejanas. Me llaman, gritan mi nombre. No son voces, es sólo una voz y pide que salga afuera, dice que me llegó la hora.
         No vacilaré; la voz es de Raúl. Pero Raúl murió hace cinco años atropellado por un auto en la ruta 2, y ahora está fuera pidiendo que lo acompañe a la niebla que se generó en el horizonte de mi imaginación (no sé qué me pasa pero no tengo miedo).
         Todo es real. La silueta que veo a través de la ventana también es real; su silueta está esperándome fuera. Las voces; su voz proclamando mi nombre. Raúl, que agonizó bajo las ruedas de la muerte antes de encontrar el abismo hacia el infierno, ahora está llamándome desde esa oscuridad que también me rodea a mí por culpa del corte de luz (o tal vez sea por mi culpa).
         -Ya voy, tienes toda la eternidad para esperarme, ya estás muerto. Deja que me despida de mi familia antes de partir.
...
         Adiós; sabía desde un principio que ellos sí existen pero nadie quiere aceptarlo. No teman, no son malos. Sólo sufren la eterna injusticia de la muerte y necesitan de nuestra vida para menguar su sufrimiento. Yo estoy dispuesto a sacrificarme.
...
         Sigo oyendo el respirar de mis hermanos. Dejo el grabador en el cual grabo esta cinta, espero que la escuchen las personas correctas. Ahora…
         La luz me espera escondida en la oscuridad de la noche sin energía eléctrica.
(fin grabación


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