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viernes, 24 de diciembre de 2010

Amar sin pensar

       La tarde estaba radiante. Los rayos del sol llegaban tangencialmente a esta hora y bañaban la superficie del campo cálido y fresco a la vez. Era espectacular, una imagen completamente onírica.
         Él estaba sentado y pensaba en ella. No se la podía sacar de la cabeza. A cada lugar que miraba la veía. Ella estaba presente en el aire que respiraba. Ella estaba en el sonido que emitía el silencio de esa maravillosa tarde. Ella estaba en su cabeza. Ella estaba en su mente y no lo dejaba pensar claramente. Los libros esperaban ansiosos ser leídos. El cuaderno esperaba con las hojas en blanco ser escrito. La calculadora esperaba realizar algún cálculo matemático. Pero él solo miraba el techo y pensaba en élla. Ella, la mujer que siempre irrumpía en su mente y golpeaba su corazón. Aun así, la quería. La amaba aunque ella no lo sabía.
         Pero hubo algo que le provocó gran sorpresa. Otra intrusa irrumpió en su cabeza. Entró sin pedir permiso. Era su amiga. Estaba decidida a ganarse un puesto en sus pensamientos. La intrusa del amor, amiga de él y ella, no sabía que provocaba errores en el amor.
          Ahora todo andaba mal. Ahora estaba confundido. ¿Qué es lo que quería? Al parecer no lo sabía. Las cosas marchaban muy mal. Y el estudio pasaba a segundo plano.
           No sabía lo que quería y, mientras tanto, perdía lo que tenía.


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