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miércoles, 13 de abril de 2011

El Pozo (Parte 2 de 5)


3

            Adrián se aventuró en el bosquecito olvidando toda su vida. La fuerza extraña lo necesitaba y él no podía negarse a su petición, entonces acudiría.
            Una vez estuvo adentro del bosque, la naturaleza se filtró a través de sus fosas nasales y el calor vital del bosquecito abrazó su cuerpo. A pesar del frío, allí dentro, en el bosquecito, reinaba el calor acompañado de la humedad de los vegetales. Todo era tan vivo, el bosque parecía tener vida y Adrián lo sabía pero no le dio importancia, su objetivo era hallar el origen de La Fuerza.
            Recorrió un buen tramo sin saberlo; serpenteó caminos inmaculados hasta que los pisó. “Violé el bosque”, pensó, “violé al caliente y húmedo bosque con mis pies”. Rió a causa de esta idea. Húmedo eran los sueños que le provocaban la paraguaya esa, “¿cómo se llama? Algo así como Román Riquelme. Así es, Larissa Riquelme, la que llevó su celular a sus pechos infartantes en el mundial de fútbol de Sudáfrica. Más que un celular, podría meterse a toda la maldita empresa Nokia, también a Motorola y algo de Samsung, incluyendo los LCD´s, y yo podría irme a vivir entre sus tetas”, siguió pensando, “al fin y al cabo nunca dejaría de estar comunicado”.
            La naturaleza lo despertó de su ensimismamiento: oyó el susurrar del viento en las copas de los arboles, dialogaban de lo eterno que era el tiempo. Oyó el crujido de las hojas muertas al ser pisadas por sus violadores pies de suelos vírgenes; oyó la melodía eterna  que los pájaros divulgaban entre sí. Se dio cuenta entonces de que estaba perdido, había caminado sin dirección, aparentemente; el bosquecito era más enorme de lo que parecía visto desde afuera. Era exageradamente enorme, exagerado como la rata de Tolosa, exagerado como las maratones de pajas interminables dedicadas a Larissa Riquelme. Estaba exageradamente perdido. Pero sabía qué dirección debía seguir; el miedo despareció, por el momento.

4

            El sol era refrescante, extraño pero era así. Adrián logró salir del bosquecito sin saber cómo ni dónde estaba, sólo sabía que la excitación se adueñaba de su cuerpo, estaba afuera del bosque y eso era un motivo por demás importante para festejar. “Podría dedicarle una masturbación al momento, ¿no?”, se preguntó. Miró adelante de él, y lo que vio lo sorprendió.
            Detrás de Adrián se alzaba el bosquecito exageradamente enorme y por delante de él se extendía un campo inmenso, pero totalmente llano, sin una sola planta ni un solo arbusto; “está pelado”, pensó, “así es El Peligro, enorme como la voluntad de una puta, repleto de bosques en algunas partes y campos sin nada en otros lados”. El campo se extendía hasta el infinito, donde el horizonte no existía. El verde fresco del campo se unía al celeste helado del cielo despejado del invierno frío en una línea muy difícil de visualizar. Era un paisaje perfecto, vacío, frío. Era un desierto verde, pero fresco como una Coca Cola de vidrio después de un partido con los pibes de la esquina en pleno verano a las tres de la tarde.
            Trató de percibir la fuerza pero no la podía sentir. Esperó un momento más, dispuesto a regresar. Miró a su alrededor, de derecha a izquierda. Nada. Ahora de izquierda a derecha: ahora sí había algo, algo que no había visto anteriormente, se le había pasado por alto (o no) en la primera apreciación.
Su vista tropezó con un rectángulo blanco, a unos cien metros de distancia, erguido sobre un palo. No supo por qué lo sabía pero era allí donde debía dirigir su voluntad quebrada, violada por las fuerzas del mal. Allí estaba el origen de La Fuerza.
            “Ese cartel no estaba allí antes”, pensó curioso. Se acercó un poco más y pudo leer lo que rezaba el cartel: “CUIDADO, POZO”.


Continúa...

1 comentario:

  1. A mí también me trasnocha Larissita... :P

    Ya quiero saber que hay en el pozo!!! :D

    Me voy pa´l tercero! ;)

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