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lunes, 11 de abril de 2011

El Pozo (Parte 1 de 5)

1
Hacía cinco días que la familia Herrera había mudado sus vidas a esta nueva casa en El Peligro. Era sábado y Adrián Herrera tenía, al fin, tiempo para conocer su nuevo hogar y sus alrededores. Asunto pendiente que el secundario no le permitía debido al doble turno que consumía sus días, maldita Agraria. Su plan consistía en recorrer la casa de arriba abajo, de costado a costado, y luego realizar una pequeña excursión a través del campo que se extendía alrededor de toda la casa, un inmenso territorio de varias hectáreas en las cuales se emergen territorios vírgenes de plantas y pocos árboles y territorios repletos de arboles, los bosquecitos frondosos. Enorme campo era el que constituía parte de la casa, “deben ser más o menos diez hectáreas”, pensó Adrián. No importaba en ese momento, luego se lo preguntaría a su padre, cuando regresara del trabajo. La curiosidad fue la impulsora del final de sus pensamientos hambrientos de conocimientos y el nacimiento de sus acciones dispuestas a descifrar los rincones del mundo que lo envuelven.
Recorrió la casa, era enorme, bastante grande para una familia de cuatro miembros: una cocina, dos baños, planta baja y alta, y una cantidad aún desconocida de dormitorios con el sencillo fin de echarse un polvo. Repleto de polvo.

2
            Una vez finalizado el reconocimiento de la casa, sació la curiosidad en el interior y el hambre creció hacia el exterior. El recorrido en el interior no fue del todo complicado, aún restaban mudar varios muebles y había muchos rincones vacios de sentimientos y llenos de nostalgia (de él no, de los antiguos habitantes). El eco de su andar era muy pavoroso, no le gustaba nada; se sentía observado. Miró habitaciones que jamás había visto en sus cincos días de estadía en el nuevo monumento al  Hogar Perfecto. Era muy probable que Luisito haya revisado cada rincón de la casa; cada hoyo en las paredes que albergan enormes ratas capaces de devorarse un gato, como sucedió en Tolosa (viejos cuentos de su padre, exageraba en todo, y el tamaño de su pito no era la excepción); cada telaraña, alimentando las arañas con hormigas sentenciadas a una muerte dolorosa.
             Al finalizar el recorrido interior salió hacia fuera por primera vez en el día, vaya que estar hasta tarde en la computadora genera el desplazamiento del intervalo de sueño algunas horas pero no varía el tamaño del mismo, siempre eran diez horas de sueños hermosos. “Alta mierda esta”, pensó Adrián azorado.
            Su madre ya estaba preparando el almuerzo y Luisito, su hermano menor, jugaba a comer pastelitos de barro. “Ocho años y come tierra todavía”, pensó Adrián, “yo tengo dieciséis y me como a las minas del secundario”.
            -Mamá se va a enojar cuando te vea, Luis -le advirtió Adrián.
-Jodete, Adry -le dijo Luisito señalándole el dedo mayor de su mano derecha embarrada por la eterna lucha que implica la elaboración de bocados terrestres.
Adrián dio la vuelta a la casa, haciendo caso omiso a la señal de Luisito. Se dirigió a la parte trasera de la misma. Allí había una extensión enorme de arboles, “un bosquecito”, pensó. Arboles viejos pero fuertes, arboles muy altos y de troncos anchos. “Otra pregunta para papá, ¿qué especie de arboles son los que tenemos detrás de casa? Son arboles que nunca vi”, pensó nuevamente.
El paisaje que se generaba en este sector era espectacularmente hermoso, majestuoso, inmenso y denso. Un verdadero bosque verde. Puro, como Dios manda. En ese momento la sintió por primera vez, era muy fuerte.
Sintió La Fuerza, era extraña, nació de la nada. Algo lo llamaba, lo percibía, y Adrián se estremeció. Algo lo empujaba hacia el bosque rompiendo su voluntad y desatando su miedo en su razón y lógica. Algo lo quería y debía acudir a su llamado. Comenzó a caminar. La Fuerza crecía a medida que se acercaba al bosquecito de la parte de atrás de la casa, su mente se nublaba y sus pensamientos se sumergían en el mar de la confusión. El sudor, a pesar del frío del día, bañó su rostro y renovó sus temores a lo desconocido. Más temor le generaba que lo desconocido lo conocía a él. Conocía a Adrián.


Continuará...

1 comentario:

  1. Era una deuda pendiente leer este relato. Pues bien, aquí estoy. :)

    Buen comienzo. Vi algunos errores de tiempos verbales (eso de "Hoy era sábado" suena rarísimo ;) ), pero de resto está muy bien.

    Voy por la siguiente parte. ;D

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