A veces voy a veces vengo. Muchas
veces ni yo me entiendo.
El mundo que gira a mi alrededor
rara vez se encuentra en sincronía con mi locura. Es el mismo mundo
que cada día se aleja más de mí, expulsando al paraíso de la
Eternidad.
Se
hallaba al borde del precipicio al tiempo que su cuerpo se debatía
con su mente: uno deseaba morir, el otro anhelaba vivir. El sol
asomaba en el horizonte mientras bañaba con su calor naranja los
ojos del cobarde que temía a la vida.
Dio un paso
adelante y se detuvo cuando no hubo más suelo para pisar. Una piedra
se desprendió del borde y cayó inerte al abismo, donde la oscuridad
aún reinaba. No hubo sonido, no hubo quejas, solo un silencio que se
expandía hasta el final del paisaje.
Levantó
su mirada para observar un nuevo amanecer, todos los días parecían
iguales pero no lo eran: siempre existía una variable capaz de
alterar hasta la más poderosa constante del tiempo. Dentro de
sí, en su corazón,
sabía que no habría más oportunidades para cambiar las líneas que
lo gobernaban mientras se dejaba existir a través de la Cuenta
Regresiva.
Me
cansé de estar aquí cuando en realidad pertenecía a otro sitio. Me
cansé de acercarme a ella aun cuando sabía que le correspondía a
otro hombre. Quise entregar mi alma a cambio de un beso pero su valor
era incalculable para un momento tan efímero de los labios de una
mujer.
No supe encontrar las palabras
adecuadas para hablarle y me conformé con el silencio que brotaban
de mis ojos. Solo ellos pudieron decirle lo que sentía por ella
dibujando las letras con lágrimas secas.
Me cansé de vivir una vida oscura
como el interior de un corazón vacío. Me cansé de regalar mis
ilusiones a la humillación de amar a escondidas. Hoy es el día en
el que mi vida completa su círculo.
Pensaba
en lo que había hecho; ¿había sido suficiente como para satisfacer
su hambre de materializar sus ilusiones o demasiado poco como para
desvanecer sus esperanzas? No sabía la respuesta y dudaba si
necesitaba de alguna respuesta. Las cartas estaban echadas: la Reina
se encontraba sobre la mesa dirigiendo
su mirada hacia él; los ojos de ese hombre se inundaban de lágrimas.
No sabía con
certeza las consecuencias de su error. Ahora solo la altura que lo
separaba de la muerte podría purificar su corazón y devolverle la
vida que había perdido tiempo atrás, cuando las esperanzas eran el
motor de las ilusiones y las ilusiones eran las detonadoras de la
depresión.
Extendió sus
manos a los lados y se dejó acariciar por una joven brisa del
paisaje. No sonrió, no había necesidad de hacerlo. El reloj seguía
marchando, o tal vez ya se había detenido. No lo sabía.
Hoy
iré a su casa y le diré todo lo que siento por ella. No usaré
palabras extrañas ni daré vueltas como lo hace ella alrededor de mi
corazón. No tengo nada más que pueda perder. La victoria no es más
que una mera utopía: sería más fácil tocar el cielo que rozar sus
labios. Sería más fácil, de eso no hay dudas.
Ella es fácil, para otros. No me
deja demostrarle mi amor. Solo eso sé hoy. Mañana será otro día.
Es el momento de continuar. La vida
es un conjunto de sucesos que se ensamblan en el transcurso del
tiempo para construir el camino hacia nuestro único final seguro: la
muerte. La vida es lo único verdaderamente valioso que no
sabemos apreciar.
Bajó sus manos y
se las miró. Todavía había sangre de ella y de sus padres. No
había podido resistir la negativa de la única mujer que había
amado y aún amaba. No había podido resistir el poder del rechazo y
la locura había absorbido su amor sediento de pasión.
La pasión, veneno
de la piel, se expresó en todo su esplendor cuando la sangre
comenzaba a emanar de las heridas que crecían cuando la cuchilla
continuaba su desgarrador trayecto dejando al descubierto los órganos
del cuerpo de la víctima. La pasión era de color escarlata. El
rostro del asesino estaba salpicado de muerte, de una cruel y tibia
muerte.
Todo
era parte de un recuerdo borroso, cubierto de una niebla hipócrita
de la inocencia de los culpables. Él sabía que no quedaba nada que
lo arrastrase hacia la salvación. Se puso de puntas de pies y se
inclinó hacia delante. No había familia (habían muerto en un
accidente de tránsito hacia una década), no había amigos, no había
tíos ni abuelos ni primos ni un conocido que llegase a extrañarlo
algún día. No había nadie
que se percatase de su ausencia en el mundo que estaba por venir y él
no vería jamás.
Se lanzó al
vacío, dejó que la gravedad hiciera el resto del trabajo pero
alguien lo interrumpió tomándolo de la cintura y deteniendo la
inminente caída hacia el final apaciguador.
—Es el momento
de que pagues por lo que has hecho —dijo una voz masculina en un
tono muy severo—. Algo peor que la muerte de quienes la desean es
vivir la vida que desprecian. Tu castigo por matar será vivir para
que sientas a tu cuerpo envejecer y debilitarse. El tiempo será tu
cruel torturador y te destrozará lentamente hasta que dentro de tu
cabeza comprendas que pudiste haber tomado otra elección. Te acabará
y apuñalará con cada uno de sus segundos, oirás el verdadero poder
del reloj. Oirás el susurro de la muerte a cada minuto.
—Ella está
muerta, soy el culpable y me merezco el peor de los castigos. Quiero
volver a verla—dijo él mientras miraba el oscuro abismo extenderse
ante sus ojos. Quien lo tenía tomado era alguien con demasiada
fuerza pero no le importaba. Nada le interesaba.
—Volverás a
verla, pero eso sucederá cuando hayas pagado el precio de tres vidas
con tu propia sangre. Eso tal vez nunca ocurra; como te he dicho:
solo el tiempo sabe lo que pasará cuando tus ojos no puedan ver lo
que hay en el horizonte. Disfruta este amanecer porque será el
último que verás.
El hombre le tapó
sus ojos y luego lo sumió en una profunda oscuridad, procurando que
él no vuelva a ver jamás la luz. Ese fue su castigo por entregarse
al amor, el indomable de los corazones débiles y mentes corruptas de
una vida frágil.
Un relato con tu sello, Cristian: Amor, desamor y personajes más que misteriosos. Con pasajes de colección, como: «La vida es un conjunto de sucesos que se ensamblan en el transcurso del tiempo para construir el camino hacia nuestro único final seguro: la muerte».
ResponderEliminarLos diferentes marcos temporales están bien logrados, y hasta tiene algo de suspenso la historia.
Un placer volver a leer algo tuyo.
Saludos.
Genial.
ResponderEliminarQué manera de transmitir emociones, Cristian: imposible no compenetrarse con el personaje suicida (¿ex suicida?...).
Ese "Oirás el susurro de la muerte a cada minuto" es fantástico, eleva el miedo.
Un abrazo.