Mi lista de blogs

lunes, 28 de febrero de 2011

Una historia extraña (Parte 2 de 3)

¿Cabe la pena advertir que el texto contiene algunas palabras "fuertes", por decirlo de alguna manera? No sé pero igual va la advertencia... Esta segunda parte contiene un lenguaje menos sutil, jaja... Yo aviso, después no quiero oír quejas. Igual lo leerán, siempre mata la curiosidad... El lenguaje le da mayor realismo al texto, esa es mi opinión...
   La segunda parte del relato....





6
   EL logo de la productora de cine pornográfico fue lo primero que apareció en la pantalla. Luego, los créditos con el nombre de los protagonistas presentados en un fragmento de alguna escena en plena acción. No recuerdo cómo mierda se llamaba la película pero estaba muy buena, de eso no hay dudas, hasta que sucedió lo inimaginable.
   Una rubia estaba mirando a través de una ventana que daba a la cocina desde fuera de la casa. Dentro, en la cocina, había un hombre bien vestido, de traje y con un peinado hacia atrás besando apasionadamente a una morocha, que era la mucama al parecer, por la vestimenta que llevaba puesta. El hombre comenzó a acercar sus manos hacía las nalgas de la mucama y se las presionó con intensidad. Ella se sobresaltó y empujó al hombre hacia atrás. Ella le dedicó una mirada fulminantemente sensual y llevó sus manos a su uniforme. Comenzó a desabrocharse el uniforme dejando asomar unos enormes y firmes pechos. El tipo miraba, parado y sin inmutarse. Del otro lado de la ventana, la rubia observaba la escena mientras se dejaba derrotar por la lujuria. Comenzó a tocarse y jadear sensual y exageradamente.
   Ver esas primeras escenas me excitó casi de inmediato. Me crucé de piernas y respiré profundo, simulé estar tranquilo al tiempo que trataba de ocultar una erección inminente. Miré a mis compañeros de cine y los vi en una postura similar a la mía. Y preocupados por sus correspondientes erecciones.
   Creo que a esa altura ya estábamos todos al palo.
   El tipo del traje se bajó el pantalón. No usaba calzoncillo ni bóxer, loco de mierda; yo me paspo todo si no uso un calzoncillo. Dejó asomar una enorme verga (me pregunté si sería de verdad o solo efectos especiales, los actores pornos siempre la tenían más grande que la mía y eso me deprimía) y la mucama se arrodilló para darle una buena mamada. Fuera, la rubia estaba meta colocarse sus propios dedos para calmar la sed de sexo que la invadía. Yo sentía unas terribles ganas de ayudarla en su soledad. Era un desperdicio que una mujer así estuviera frotándose sola cuando en una casa de El Peligro habían cinco jóvenes que solo querían ponerla. Oí unas palabras, las primeras de la película. Ahí supe que la película estaba doblada (no estaba así mi muñequito, que emitía ráfagas de excitación a mi garganta, recordándome que doblada no estaba con total seguridad), tal vez en Colombia o México.
   Ya no aguantaba más. Quería ir al baño y darle una buena jalada a mi pito. Estaba por estallar. Cuando me dispuse a levantarme para ir al baño, se oyó un trueno sobre la casa y, de inmediato, se cortó la luz.

7
   La casa quedó temporalmente a ciegas hasta que nuestros ojos se acostumbraron a la oscuridad. Fuera, se largó un fuerte chaparrón y los truenos eran cada vez más intensos y llegaban con mayor frecuencia. Los flashes de los rayos deslumbraban instantáneamente la casa de los Sánchez. El aire era cada vez más extraño, sabía a un sabor dulzón y a hierro. Era muy fuerte, denso y cálido. Todo era muy, pero muy extraño aunque no sorprendente.
   -La puta madre y lluvia de mierda -se quejó Enzo a los gritos sin notar el cambio en el aire ni la rareza que se respiraba.
   Yo me asomé a la ventana. La tormenta era intensa, poderosa e inesperada, como toda tormenta de verano. Rogaba que no cayera granizos y, en ese momento, me sentí preocupado por mi madre, ella seguro que estaba preocupada por mí. En esos días no existían los celulares, o al menos no eran tan accesibles como hoy. Olvidé por un rato el cambio constante del aire y decidí llamar a mamá.
   -¿Puedo llamar a casa, Diego?- le pregunté-. Quiero avisar a mamá que estoy bien para que no se preocupe.
   -Claro, Daniel -me contestó. Y agregó señalándome el teléfono-: ahí está el aparato, a tu disposición.
   Me acerqué, tomé el auricular y me lo coloqué en el oído izquierdo. Estaba muerto. No había sonido alguno.
   -No hay tono -le comuniqué a Diego.
   -Debe ser el viento. Capaz que se cayó una rama sobre la línea y la rompió  me dijo.
   Por la intensidad de la tormenta así parecía ser. Comencé a asustarme, no lo niego. Me estaba meando del cagazo.
   Un instante después oímos ese horrible sonido, una especie de chasquido con olor a quemado. Una luz nos deslumbró, fue muy intensa, y una brisa recorrió nuestra piel de arriba abajo. Un rayo había caído en el techo de la casa. Estaba seguro de ello porque era lo que debía suceder.
   El televisor se encendió de repente y la película cobró vida pero las luces del resto de la casa no se habían encendido. Luego, el aparato estalló y una fuerte luz emergió de la explosión cegándonos a los cinco una vez más. Por un momento hubo un enorme silencio y oscuridad clara.
   Una voz nos asustó. Era la voz de un hombre que preguntaba dónde se encontraba, también se oía los jadeos de una mujer y el sonido de otra que parecía tener algo en la boca. No lo pude creer hasta que mis ojos me dijeron lo contrario: los personajes de la película habían emergido de la pantalla, ahora destrozada, hacia nuestro mundo. Grité fuerte, muy fuerte del terror. Creo que mis amigos me acompañaron. Y los personajes de la película también.

8
   Un instante después creo que se me cayó la erección por culpa del susto pero no lo sé bien. Al mismo tiempo teníamos a dos minas en bolas, y bueno, a un tipo con una verga de veinticinco centímetros delante de nosotros.
   -¿Dónde estamos?- preguntó el hombre sorprendido y asustado, una vez hubo acabado el griterío de miedo que habíamos protagonizado-. Yo estaba en mi casa cuando esa luz me…
   Miró a los alrededores y vio a la rubia levantándose del suelo.
   -Amor -le dijo el hombre a la rubia-. No es lo que parece. No sé qué pasó pero no es lo que parece, Amy me obligó a hacerlo.
   -Amy, Amy- dijo la mujer con acento medio mexicano y tono irónico acercándose al hombre de los veinticinco centímetros-. Siempre lo supe. Yo le dije a ella que te sedujera, Tom. Ella es mi novia.
   Tom se quedó perplejo ante la confesión de la mujer rubia. Era lesbiana, un argumento clásico de toda película porno cobraba vida en el living de los Sánchez, era lo de menos, nadie se fijaba en el argumento en una película condicionada, lo sé por experiencia propia, pero en ese momento parecía ser muy importante. Me sentía envueltos por enormes manos que no me dejaban pensar en otra que no fuera, bueno, que no fuera real.
   -Pensábamos matarte hasta que sucedió esto -concluyó la rubia alegremente.
   La mucama estaba completamente desnuda, yo no podía aparatar mi vista de sus senos, eran perfectos y excitantes.
   Enzo decidió intervenir en el asunto. Todos estábamos enmudecidos desde el estallido del televisor.
   -Creo que deben irse -dijo secamente, pero tembloroso-. Antes de que llamemos a la policía.
   -Ustedes -dijo el hombre, Tom, enojado y señalándonos a los cinco-. Ustedes nos trajeron a esta casa. A este lugar de mierda.
   Por dios, el tipo gritaba mientras su pene aún erecto señalaba a los cinco con su único ojo sumamente dilatado. Sentí deseos de reírme hasta morir pero el susto era el sentimiento más fuerte en ese momento, y las ganas de mear, insaciables.
   -Óigame, señor -dijo Enzo-. Nosotros no sabemos cómo sucedió esto pero no somos culpables de lo que sucedió. Solo queríamos ver la película en paz.
   -¿Esta película? -preguntó la mujer rubia mientras nos mostraba la caja de video. La tormenta estaba remitiendo y el día aclarándose. La tormenta de mierda se había ido a otro lado-. Esta soy yo -concluyó al ver la foto de la caja del video.
   -Así es. Son personajes de una película porno -agregó Alejandro.
   -No puede ser -dijo la mucama débilmente, tal vez por el pete que le estaba haciendo a ese Tom-. Es cierto -añadió luego de ver la tapa de la caja.
   -Ahora, ¿qué mierda hacemos? -pregunté al grupo y a mí mismo. El ambiente estaba muy extraño. Algo estaba invadiendo mi cuerpo finalmente. Y esas manos invisibles me presionaban los huevos.

9
   El hombre, o Tom, se sentó en la silla y se miró. Observó los fragmentos de la tele y dijo:
   -Personajes de una película. Lo sabía, era todo muy perfecto. Jamás había cojido tanto como hoy. Y mi verga, estaba como diez centímetros más grande. Pero siento que soy Tom y ella mi mujer -dijo señalando a la rubia.
   -Nada tiene sentido -dijo la rubia confundida-. Nada.
   Diego y Claudio murmuraban algo al oído. Nunca supe de qué hablaban pero algo hizo click en mi cabeza, una idea se me había venido a la cabeza.
   -Fue el rayo -dije-. El rayo cayó en la antena, hizo explotar la tele y los trajo a este mundo, el real-. Estaba muy seguro al respecto, por eso era que desconfiaba tanto de la tormenta cuando había salido de casa. Ahora todo estaba muy, digamos: diferente.
   -Es decir -agregó Claudio- que están atrapados en nuestro mundo, un rayo no cae dos veces en un mismo sitio y no se puede saber dónde caerá otro.
   -¿Alguien tiene un poco de ropa? -preguntó Tom sin escuchar nuestras deducciones, creo que también estaba cayendo bajo los efectos del aire, como nosotros. Se lo notaba algo confundido, lo notaba parte de nuestro mundo. Todos éramos víctimas del aire cambiante-. Se me está enfriando la chota.
   -Para mí también -pidió la mucama morocha-, por favor.
   -Yo les paso algo de mis padres -les dijo  Diego a Tom y a la mucama, Amy. Y se fue a la habitación de sus padres.
   La rubia estaba sentada observando el ambiente. Yo seguía pensando en el aire denso, extraño pero reconfortante, que se metía en mis genitales y explotaba todo mi potencial. Sentía un fuerte deseo y anhelo de carne. Sentía ganas de echarme un polvo. La rubia me miró y se mordió los labios. Otra fuerte sensación apareció de golpe en mi panza y se dirigió a mi garganta. Quería escupir y garcharme a esa rubia misteriosa.  Experimentaba una intensa erección mientras recordaba cuando había pensado que era una pena que ella se estuviera tocando sola cuando en El Peligro había cinco pajeros deseando hacerle de todo. Ahora, allí estaba, servida para mí. Le sonreí. Tom habló.
   -Debemos irnos de aquí. Debemos volver como sea.
   -No hay forma -dije yo con mi mente a años luz de esa casa. El aire viciado había invadido mis deseos y, por lo que noté, también había invadidos por completo a todos los que se hallaban presentes en el lugar de los hechos. Los dos mundos se estaban mezclando.
   -Es extraño -dijo Tom con una mirada de asombro-. Siento ganas de tener relaciones sexuales pero no con una mujer, sino con un hombre.
   Miró a Alejandro. Este se sobresaltó. Y rió débilmente, casi que no lo noté.
   El ambiente estaba viciado de sexo. De ganas de sexo. De hambre de sexo.

Continuará...





Safe Creative #1102278587623

La Noche

   En la intimidad de su oscuro cuarto, en la comodidad y abrigo que sólo su cama es capaz de dar, piensa en todo el tiempo que está dejando escapar. Él piensa en los días, las horas, los minutos que pierde a causa del miedo.
   Sabe que mañana volverá a verla. Volverá a interactuar en su vida. Volverá a hablarle. Volverá a disfrutar el día junto a Ella en el trabajo. Pero está noche es cruel. Como todas las noches.
   La Noche le recuerda que la vida es fugaz y, que si no aprovecha cada momento, mañana tal vez sea muy tarde.

   La Noche es la vengadora de su silencio y miedo. 
   La Noche quebranta sus pensamientos.

   Está decidido. Mañana hablará con Ella. No quiere pensar en que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina y que morir sin haber vivido sería un triste final. Morir acompañado por Ella es como quiere morir, feliz. Morir amando y amado.

   Siempre por las noches piensa qué hay más allá de la vida.
   ¿Qué carajo hacemos en este mundo? Es difícil encontrar una respuesta sensata sin involucrar lo divino. Todas las noches él piensa en ese último minuto. Por eso está decidido. Mañana hablaré con ella, se dice a sí mismo, mañana sí o sí. No puedo esperar más. No quiero esperar más.

   Mañana llegará. La saludará como todos los días. Vivirá el día como todos sus días. Y, como todos los días, el silencio inundará su garganta con complicidad del miedo, y no será capaz de decirle lo que siente por ella.

   Al final, como un círculo vicioso, al llegar La Noche volverá a pensar en ella, en la muerte, en la vida y en el día perdido por nada...

Miedo silencio miedo silencio… La Noche oculta mis secretos en su oscuridad solemne

domingo, 27 de febrero de 2011

Una historia extraña (Parte 1 de 3)

   Hola de nuevo, mis lectores. Hoy les presento un nuevo relato, el más largo que he escrito hasta el momento. Este relato lo partí en tres partes para facilitar su lectura (convengamos que son más de cinco mil palabras y podría abrumar a varios), y esta es la primer entrega.
   Una vez más les advierto sobre el lenguaje del relato y el curso de la historia. Seguro que te preguntas por qué el nombre El Negro de El Peligro del blog, la respuesta es sencilla. A mí me llaman Negro, y vivo en El Peligro. Quise jugar armándome un juego de palabras. En un principio pretendía escribir relatos de este tipo, bizarros y asquerosos (el nombre del blog encajaría a la perfección) pero el resultado de mis escritos fue diferente. Terminé siendo un maldito romántico. Ojo, nunca dejaré de escribir mis sentimientos cada vez que lo necesite pero este es mi otro lado, el más cómico y oscuro que pueda tener...
   Espero que les guste...
   La primera parte...









1
   “Del polvo venimos y hacia el polvo vamos.”
   Esta es la frase más verídica de toda la biblia, es lo que al menos creo yo. Creo que es muy obvio que mis padres se echaron algunos polvos antes de procrearme y, al procrearme, habrá sido muy intenso todo este bendito asunto. Soy bestialmente enorme. Y eso de “al polvo vamos” lo veo como que el hombre no piensa en otra cosa que no sea tener sexo con su prójimo, sin importar que esté casado, de novio, sea mayor o menor de edad. Es así: el ser humano es el único animal sobre la Tierra que tiene sexo por simple placer, exceptuando la necesidad de supervivencia de la especie.
   Bueno, también es verdad que la frase “echarse un polvo” proviene del Génesis pero me gusta ser feliz creyendo que es al revés. Nací para polvear la vida, y las páginas de un libro no cambiarán mi manera de creer. En fin, no escribo esto hoy para hablar sobre religión y dioses que tienen relaciones sexuales celestiales a distancia. No quiero ofender a nadie. Así que vamos a lo nuestro; vamos a lo que nos compete en estos momentos. Volvamos al polvo.

   Se preguntarán a qué se debe toda esta breve introducción, pues la respuesta es sencilla. El polvo cambió mi vida para siempre. Y el suceso que me llevó a echarme mi primer polvo fue muy extraño y me marcó la memoria.
   Sucedió hace más de una década, cuando tenía quince años, alrededor de 1995, en el verano más caluroso de la década en el barrio de El Peligro. Ese verano vivimos la aventura más grande de la historia, mi historia, nuestra historia. Junto a mis cuatro mejores amigos, nos hacíamos llamar la “Pandilla de Derry”, un guiño a Stephen King, mi autor preferido de libros. La idea de Derry fue mía, después de haber visto It en mi casa unos meses antes del suceso.
   La cuestión era que nos encantaban las aventuras, tratábamos de encontrar el modo de no aburrirnos durante las vacaciones de verano. Nunca nos habíamos imaginado que tendríamos una experiencia sobrenatural, más allá de las historias de Stephen King, mucho más macabra, además de erótica. Cruelmente erótica.
   Cuatro de los cinco éramos vírgenes (me incluyo en el grupo), hasta ese día, diez de febrero de 1995. Todo cambió en nuestras vidas. E incluso, en la vida del que no era virgen.

2
   Usted podrá pensar que nos aventuramos en un cabaret del barrio pero se equivoca. Jamás intentamos penetrar esa fortaleza, nuestros padres podrían habernos asesinado si hubiésemos intentado siquiera entrar allí. No es como en estos días donde los chicos de quince años ya son padres, acompañados de un kilometraje sobre los caminos del sexo que antes se lograba a los veinticinco años.
   Nuestra aventura comenzó ese diez de febrero a eso de las nueve de la mañana cuando llegó Alejandro junto a Enzo a mi casa. Mi vieja estaba lavando la ropa en el lavadero mientras yo me degustaba un excelente capítulo de Dragon Ball Z. Mi viejo seguramente estaba trabajando en la granja, como todos los días.
   Los dos saludaron amablemente a mi madre y los invitó a pasar a casa. Ella les ofreció unas galletitas que ambos aceptaron y se fue a continuar con su trabajo de ama de casa.
   -Ahora vamos a la casa de Diego y Claudio -dijo Enzo, el mayor del grupo, apenas unos dos meses mayor que yo y mucho más pelotudo que cualquiera de los cinco. Era el que siempre presumía su aventura en el cabaret y el mandón del grupo, a veces deseaba matarlo por ser tan hijo de puta, se creía el líder del grupo y, nosotros, lo dejábamos actuar con suma impunidad-. ¿Vamos ahora? -propuso finalmente.
   -Dale -dije yo, entusiasmado y asqueado por verle la cara. Notaba un brillo en los ojos de Enzo que despertó mucha curiosidad en mí, seguro sería algo emocionante. No me equivocaba.
   Además, ya estaba demasiado aburrido allí, encerrado viendo televisión todo el día solo. Menos mal que salí de casa o si no podría haber terminado siendo uno de esos freaks que se disfrazan de dibujos animados que, pobres, no tienen vida. Lo lamento mucho por ellos. Pero no los juzgo, ya lo dije, no quiero ofender a nadie con mi relato. Puede sonar a controversia porque estaba viendo Dragon Ball Z, pero D.B.Z no es un animé, es un manga. Continúo con la historia.
   -Perfecto -agregó Alejandro, que lo sentía ajeno a la charla entre Enzo y yo. Era un muchacho muy callado, siempre observaba nuestras charlas y, a veces, acotaba con lo justo. Pero le gustaba estar entre nosotros y, a nosotros, nos gustaba su presencia. Su forma de ser se aclaró al final del suceso inolvidable.
   -Dale, Daniel. Cambiate -me mandó Enzo. Siempre era así, y yo siempre obedecía las órdenes del cara de boludo.
   -Vamos así nomás -le dije yo sin preocuparme por mi vestimenta. Quería salir urgente de casa, alguna fuerza me empujaba hacia la casa de los Sánchez.
   Le dije a mi vieja que iba a dar una vuelta a la casa de los Sánchez un rato y que volvería mas tarde. Ella dijo que no había problema (eso era lo bueno de ser un excelente alumno en la escuela y comportarse debidamente ante tus padres; ellos confiaban ciegamente en uno) pero que me cuidara. Dijo, además, que creía que se avecinaba una tormenta, que no ande en la calle si se largaba a llover.
   Salimos en busca de una aventura que nunca habíamos imaginado que encontraríamos.

3
   Cuando salimos afuera de casa, vi lo que mamá me había advertido momentos antes, una enorme negrura se acercaba desde el norte hacia nosotros. Era muy negro, una tormenta de verano que prometía ser intensa. Lo extraño había sido que mamá me había dejado salir. Creo que era todo obra de un ser mucho más poderoso que nosotros, alguien que se encargaba de escribir el argumento y guiar nuestros pasos a ese hecho peculiar. O mamá no vio bien a la tormenta inminente. No lo sé, el viento aún no había llegado y aún hacía mucho calor.
   Nada de esto se lo mencione a los chicos, solo me dediqué a pedalear y a seguir a Enzo y Alejandro, que iban dialogando sobre algún partido que había jugado el Pincha la noche anterior y perdido, por suerte.
   Volví una vez más mi mirada hacia la tormenta, había algo raro en ella; era algo que no captaba pero temía. Me generaba mucho recelo pero igual seguí adelante. No podía volver a casa.
   -¿Qué vamos a hacer en la casa de los Sánchez? -le pregunté a Enzo, en especial.
   -Ya verás, Daniel. Ya verás -me respondió-. No haremos nada de otro mundo, chico de Derry.
   Eso lo tomé como a una pista, supuse que sería una película. Siempre hacíamos lo mismo, en la casa de alguno de los de la pandilla.
   Seguimos nuestro viaje, dándole la espalda a la tormenta que todos ignoraban. Excepto, creo, yo. O tal vez la ignoré hasta que provocó lo que provocó.
   (Perdónenme, me gusta el misterio; y quiero que ustedes sepan todo a medida que lo fui sabiendo yo, a su debido momento. Tarde o temprano todo se devela y revela, como una buena foto de un fantasma).

4
   Diego y Claudio eran hermanos, hijos de Pedro Sánchez, un íntimo amigo de mis padres, y de su mamá (nunca me acuerdo el nombre de ella, pero creo que era Ruth). En ese momento sus padres no estaban en casa. Habían ido a una reunión en Buenos Aires por unos negocios sobre unos campos en Abasto, en esos días no entendía una mierda sobre asuntos inmobiliarios y, aún hoy, sigo siendo un ignorante del tema, es todo un puto y bello misterio para mí.
   -¿Qué hacemos? -preguntó Diego, el mayor de los Sánchez. También de quince años. Claudio tenía catorce o estaba cerca de los catorce, no sé. No soy bueno para las cuentas, se las debo. Pero seguro que aún no tenía pelos alrededor de su amiguito. Aún así era un  genio, un groso, luego supe por qué.
   -No sé, Enzo es el que siempre tira las ideas -dije mientras miraba a Enzo, esperando que se le ocurriera algo o tuviera algo entre las mangas. Así fue.
   Enzo le dijo algo a Diego y este se fue a su habitación. Al regresar traía una caja, o algo que se le parecía. Era pequeño y tenía una imagen, una foto que me generó un estremecimiento placentero en mi estomago. Era el video de una película porno.
   -Esto -dijo Enzo mientras tomaba el videocasete y lo enseñaba al público -es una película porno. Los viejos de Diego y Claudio no están. Así que vamos a disfrutar de una buena hora del mejor sexo yanqui. Después haremos una competencia de masturbación-. Nunca supe si lo dijo en joda o iba en serio.
   Claudio lo miraba con aires de desprecio pero también asomaba una débil sonrisa pervertida. Yo sonreí, me parecía algo gracioso. Afuera, comenzó a levantarse viento. El cielo comenzó a nublarse más deprisa, como anunciando algo desagradable, pero no podía ser así, eso solo sucedía en novelas y películas de Hollywood. Lo que sí sabía era que la tormenta estaba casi sobre nosotros.
   -Cabe aclarar que yo no estaba de acuerdo con esta locura -dijo Diego con las mejillas sonrojadas de vergüenza. Pero excitado, un buen pajero de mierda. Un buen muchacho que también se dejaba gobernar por Enzo.
   -Dale, boludo -dijo Enzo a Diego cortante-. Bien que te gusta estas cosas. Las pajas que te habrás hecho viendo películas de este tipo. ¿Dónde las escondiste? Sé que tenés alguna escondida en tu habitación.
   -Yo no tengo esas cosas, Enzo. No hables pavadas.
   Enzo negó con la cabeza, frustrado y mirando al suelo. Se dirigió al living, encendió la tele y puso el video dentro de la videocasetera.
   -Vamos a ver la película y a relajarnos un poco, muchachos. Aprendamos así algún día vamos al cabaret a ponerla. Mejor dicho, los llevo al cabaret a ponerla. Vieron, yo conozco ese lugar de arriba abajo. -Sonreí porque casi metió la pata, Enzo casi se ahoga de vergüenza.
   Luego emitió una fuerte carcajada.
   Todos nosotros venerábamos a Enzo, excepto Claudio (siempre fue muy cortado con Enzo), porque había debutado con una mina de dieciocho años, hacía unos meses atrás. Al menos era lo que decía él. Aunque tenía unos granos en la cara que parecía decir lo contrario, ¿qué mina de dieciocho años se querría voltear a un pibe de quince con esa cara de pelotudo? Pues, él había sido la excepción a la regla. Eran sus palabras. En el resto de su personalidad, se nos hacia fácil odiarlo, pues era un tremendo hijo de puta.

5
   En el preciso instante en que Enzo metió el casete en el video y, esta, se la devoró para llevarlo a sus entrañas que difundirían sus imágenes más perversas, afuera se oyó un fuerte trueno. Yo estaba cada vez más seguro de que esa tormenta era un aviso de algo muy malo. Al salir de mi casa lo había notado casi de inmediato, ahora, parecía estar dándome la razón con ese trueno tan preciso, que estalló apenas la película atravesó el umbral de la tecnología.
   -Tal vez debería ir a casa antes de que se largue a llover -dijo Alejandro, que no había dicho nada hasta ese momento, con la voz temblorosa. Creo que también notaba algo extraño. Había algo raro en el aire, se respiraba diferente, como más pesado, más vivo. Es difícil de describir, sólo puedo decir que algo estaba cambiando en el ambiente de la casa de los Sánchez.
   -No jodas, Ale. Si querés, andate. Nadie te obliga a quedarte -lo regañó Enzo.
   Alejandro vaciló un momento con irse pero al final se sentó en una de las sillas que rodeaban al televisor. Como yo, creo que olía la rareza pero tampoco quería huir de la misma. El deseo era más fuerte que nuestra voluntad.
   -¿Viste? -dijo Enzo con tono irónico-. Sabía que sos un cagón pero te gustan las pornos. Sos todo pervertido y pajero.
   -Yo, ¿pajero? -decía Alejandro mientras se señalaba en el pecho, al borde de las lágrimas y encolerizado-. Vos trajiste esa película para después masturbarnos todos en el jardín de los Sánchez.
   -¡Eh! -gritó Claudio-. ¡Nadie se va a pajear en las rosas de mamá!
   -Bueno, calma -intervine-. Calma que ya comienza la película.
   Otro trueno, ahora más cerca. Me sobresalté y, luego, me acomodé en mi silla y miré a la pantalla del televisor Philco.
   La película dio inicio.


Continuará...




Safe Creative #1102278587623

miércoles, 16 de febrero de 2011

De lágrimas ahogadas


   Cuando escribí este relato, nunca pensé que expresaría con tanta claridad mis sentimientos. Hoy más que nunca necesito escribir. Este es un agregado al relato que a continuación leerán.

   A veces llorar ayuda a descargar todas “las cosas” que nos abruma, nos ayuda a perdonar (en su momento no lo incluí). Ahora estoy escribiendo para despedirme, estoy llorando. Por eso necesito escribir, para alejarme de la realidad y del sufrimiento que me envuelve en estos días, para desahogar mi tristeza en las palabras además de las lágrimas. Es mi método, me ayuda, y los sentimientos quedan expuestos en estas sencillas palabras. Los comparto porque quiero que vean que, aunque parezca duro, yo también sufro y lloro por dentro…


   Llegó el momento. Después de muchas duras situaciones de fortaleza fingida llegó la hora de llorar. Llegó la hora de desahogar todas nuestras penas. 
   Debemos dejar que el caudal de lágrimas saladas fluya hacia las penas olvidadas y renovar nuestras esperanzas para una nueva batalla. 
   Son lágrimas suicidas, dispuestas a sacrificarse por nosotros con el objetivo de borrar de nuestra memoria la tristeza acumulada. 
   Las lágrimas caen al suelo sabiendo que les espera la muerte; supieron romper la barrera de la pena en los ojos que las vieron nacer; supieron correr por las mejillas suaves y tiernas; y supieron decir adiós al rostro que las amó.
   Ahora saben que el final llega pero también saben que otras ocuparán su lugar con los fríos desafíos de olvidar; de acompañar; de complementar la alegría; de fortalecer la verdad; de destruir la nostalgia; de quebrar al fuerte; de ayudar en el adiós; de enlazar vidas; y de amar en el encuentro con la vida.
   Llegó el final. Fue el suelo el último destino para las lágrimas que vieron crecer todos los sentimientos que las crearon. Nada fue en vano. Hoy lloraron un amor no correspondido. Mañana llorarán un adiós. Y al final completarán el ciclo llorando a la vida.



Safe Creative #1102168515316

Micro (Autobús)

Un pequeño relato para leer mientras viajas en micro...







   Hoy, al finalizar el trabajo de todos los días, fui a esperar el micro. Como todos los días, era parte de mi rutina. Solo que hoy tuve una extraña sensación en mi interior cuando el micro se hubo detenido delante mío. Dudé si subir o esperar al siguiente. Pero esperar al siguiente era perder una hora, estaba demasiado cansado y, además, jamás escucho a mi interior oscuro. No creo (o creía) en sucesos sobrenaturales. No era más que producto del cansancio, últimamente imaginaba muchas historias y situaciones extrañas. Aunque…
   Durante el trayecto pude observar por la ventanilla que el mundo retrocedía hacia atrás en el tiempo en lugar de avanzar normalmente. Era extraño. El sol recorría su trayecto de oeste a este y las calles se renovaban kilómetro a kilómetro. Los coches y la gente marchaban gobernados por una extraña ley del mundo del revés y anormal flujo temporal. 
   Al bajar al frente de casa, o donde era el frente de mi casa, noté que había grandes cambios en el pueblo. Había sido víctima de un retroceso, de un viaje en el tiempo, al pasado. Creía que era otra ilusión provocada por el cansancio arriba del micro. Creía que el viaje en micro me había engañando, que me había dormido mientras viajaba y todo esto era un simple sueño. Pero me equivocaba. Mi casa ya no estaba en el lugar de siempre. No estaba. Solo había un baldío. Y todo era muy real para ser un sueño. Todo ES muy real. TODO ES REAL.
   Estoy en el pasado. Y esto es tangible.
   Mientras escribo estas líneas, continúo esperando ese micro que me devuelva a donde pertenezco, al futuro. Aún no ha llegado. Pero no importa. No creo que mañana llegue tarde al trabajo. Tiempo es lo que me sobra.


Safe Creative #1102168506536

lunes, 14 de febrero de 2011

El Tren

Una breve introducción: este no es uno de mis más amados relatos, no me convence demasiado, lo veo débil en varios aspectos, pero, en definitiva, requirió de tiempo y esfuerzo para ser creado. Traté de fortalecerlo todo lo posible para mejorar su pobre argumento. Bueno, le daré una oportunidad, tal vez me equivoque. 
Vamos a darle una oportunidad al tren solo pasa una vez en la vida.


Era pasada la medianoche y José continuaba esperando el tren que lo llevara a la casa de Marcela, ella, su amor infinito, eterno. Llevaba esperando más de dos horas pero aún no se daba por vencido. No había nadie en la estación platense, absolutamente nadie. Estaba solo pero no le dio importancia a este detalle, él sólo quería (¿o debía?) llegar a Berazategui, donde vivía ella. Esperaba. Esperaba. Ya llegaría el maldito tren, había que esperar un poco más. Mientras tanto pensaba qué le diría cuando la viera. Buscaba en su imaginación posibles explicaciones sensatas que le podría dar a ella cuando llegase en plena madrugada a su casa. Pero no le importaba mucho esto tampoco. Confiaba en la espontaneidad de su inteligencia para resolver pequeños problemas, si podía considerarse a todo este asunto “pequeño problema”. Necesitaba solucionar el "pequeño problema". 
        Aún esperaba. La ansiedad comenzaba a devorarlo. 
        El silencio tenía atrapada a la ciudad de La Plata en los sueños que rondaban por las calles desiertas e iluminadas por los electrones excitados del sodio del alumbrado público, en esa noche fría y negra, interminable. 
       
        En algún momento llegó un hombre y se sentó al lado de José. Él no lo vio llegar y se asustó un poco cuando se percató de la presencia del Hombre. El Hombre estaba pálido. Parecía vacío y carecía de expresión alguna. José se dispuso a preguntarle si sabía el horario del tren pero le costaba mucho formular la pregunta, se sentía ahogado pero vacío. 
        Al final venció sus miedos, extraño, por cierto, y le preguntó: 
        -¿Sabe el horario del próximo tren? 
        El Hombre levantó lentamente su mirada hacia él y lo observó con atención. Están vacíos, pensó José, sus ojos están vacíos y parecen muertos. 
        El Hombre le respondió con una voz ronca, seca y sin expresar sentimiento alguno: 
        -No importa el horario. El Tren llegará cuando estés dispuesto a dejarla a ELLA y a todo lo que te hace mal. 
        José se quedó sorprendido ante la respuesta del Hombre y no supo que decir luego. Creía que ese hombre estaba loco pero sus ojos no emitían rastros de locura alguna en su interior, sus ojos no emitían nada. Entonces respondió: 
        -No entiendo. Pero gracias igual -dijo ignorando estúpidamente lo que le comentó el hombre e intentando cortar el dialogo en ese preciso instante. Sentía un arrepentimiento que crecía abruptamente en su interior por haberle dirigido la palabra a su compañero de espera. 
        -Ya entenderás cuando llegue el tren -le respondió el Hombre solemnemente, alejado años luz de la estación de trenes, al parecer. Y esperaron. Uno al lado del otro. 
        El tiempo transcurría y la noche envejecía. 
       
        Pasó un largo rato. Tal vez debería dejar todo como está, pensó José. Tal vez me equivoqué yo y no ella. El error es mío. Tal vez debería olvidarme de ella e irme a la mierda. 
       Estuvo varias horas meditando su vida hasta que escuchó que el Tren se acercaba. Es el mío, pensó José. Pero ahora dudaba si quería ir a ver a Marcela. Algo se había adueñado de él. Ya no quería ir a verla. Sentía que debía olvidarla, que debía olvidar toda esa puta vida que nunca le dio nada. Sólo problemas y dolor. Estaba solo y estaba dispuesto a tomarse ese tren que NO lo llevaría a la casa de Marcela sino a algún otro sitio. A un mundo mejor. De eso estaba seguro aunque no sabía por qué era así. Sintió miedo y euforia al mismo tiempo, como si estuviera sobre una montaña rusa, en caída libre. No existe el libre albedrío, pensaba perdido en el tiempo. 

        El Tren se detuvo frente a José. Subió sin dudarlo. Arriba vio a los pasajeros que miraban a ningún lado. Están perdidos, parecen confundidos, pensó. 
        Los pasajeros parecían cadáveres sentados. Parecían estar podridos por dentro. Parecían fantasmas sin sentido. Seguían mirando a ningún lado y parecía que no se daban cuenta de que el Tren se había detenido.  No se movían en ningún momento, siempre mirando al paisaje que La Plata les regalaba. 
        El Tren reanudó su marcha sin hacer el mínimo ruido, “silencio sepulcral”. José se sentó al lado del Hombre de la estación, el loco, el extraño. Sintió necesidad de viajar a su lado. No se sorprendió ante este hecho; "no existe el libre albedrío". 
       
        - ¿Adónde vamos? -le preguntó José al Hombre. 
        El hombre se volvió para observarlo, nuevamente con solemnidad, sus ojos continuaban sin emitir nada, ningún sentimiento, sólo una certeza vacua de que nada había en esos pares de abismos oscuros, y le respondió con otra pregunta: 
        -¿Cómo te sientes arriba de este tren? 
        Él se sentía lleno, sentía que olvidaba el pasado frío y oscuro que lo acometía todos los días, además de su pequeño problema con Marcela, ella. Sentía que escapaba de la vida para llegar a la muerte. Y se sentía feliz. Pero era extraño porque sus sentimientos contrastaban con el resto de los viajeros. Se lo dijo al Hombre y este le dijo finalmente lo que quería saber: 
        - Este es el Tren del Olvido. Estamos iniciando un viaje eterno a través del tiempo. Subiste a este tren esperándolo hace mucho. No quieres ver a Marcela. -José se sorprendió, ¿cómo sabía el nombre de ella?- Quieres olvidarla y a todo lo relacionado con ese amor frustrado. Quieres morir. Y eso es lo que hacemos en este tren. Morimos lentamente pero sin dolor. Sin problemas. Escapamos de la vida porque es esta la peor de las pesadillas de los viajeros como nosotros. Nos pudrimos y nos olvidamos de lo que fuimos. Este es el Tren de La Muerte y tú ya estás muerto, como todos los viajeros, pero con "algo" de vida aún. Lo único que eres ahora es la esencia que tuviste en vida. Eres el Alma sin cuerpo, y el Alma también necesita morir.




Safe Creative #1102158498247

sábado, 12 de febrero de 2011

Vacío




   Valentín de algo estaba seguro: ella se había ido y no iba a volver.  
   Entró en su casa y la encontró un poco diferente. Algo había cambiado. La mesa del comedor no estaba en su lugar. Mejor dicho, no estaba en ningún lugar de la casa. Miró el rincón donde solía estar el televisor y éste tampoco estaba. Ella se lo había llevado. Se había llevado muchas cosas. Se dirigió a la cocina y comenzó a observar con atención. Abrió la heladera y no había nada más que una botella de cerveza, vacía, le dolió profundamente esa desagradable escena. Fue en busca de comida y halló absolutamente nada. La cocina estaba vacía a excepción de la heladera y algunos muebles pequeños, también vacíos de lo que alguna vez tuvieron dentro.
   Valentín caminó hacia su cuarto para averiguar qué se había llevado ella de aquel sector que compartían y disfrutaban sus buenos orgasmos; ese mismo lugar que fue testigo de la discusión de la noche anterior, la primera y última de su matrimonio. La cama estaba en su lugar pero sin sábanas. El ropero estaba vacío, sin ropas, excepto un traje negro, el de luto. Ya no estaba la ventana, también se la había llevado con el paisaje que ofrecía.
   Fue al baño y sólo se encontró con el espejo, no había inodoro ni ducha, debería olvidarse de leer el periódico deportivo y fumarse un cigarrillo al mismo tiempo, y de bañarse. Cuando estaba por salir del baño le llamó la atención que no hubiera reflejo en el espejo. El espejo parecía una ventana a la oscuridad absoluta, lo único que reflejaba era su cuerpo rodeado por esta oscuridad. Se acercó para verse mejor. Se miró a los ojos y lo que vio no le sorprendió: estaban vacíos.
   También se llevó mi vida, pensó Valentín. Era catorce de febrero.


Safe Creative #1102158498216

Tu nombre escrito en la arena





   ¿Cuánto tiempo crees que es capaz de sobrevivir tu huella en la arena, donde el mar acecha con sus incesantes caprichos? ¿Por qué los enamorados anhelan tanto escribir sus nombres en la arena y rodearlos con un corazón si saben que la naturaleza será implacable a la hora de borrarlos?


   Las palabras escritas en la arena húmeda es un claro ejemplo de la eternidad del amor fugaz. El agua salada acaricia tu amor como las lágrimas derramadas se despiden de la tristeza mientras recorren tu mejilla surcando caricias de penas. Nada queda en la playa, sólo el incansable murmullo del mar y el susurro del viento al oído que me recuerda tu nombre.


   Escribí tu nombre en la arena, su duración allí será efímera y me demostrará que el amor es pequeño, y que no vale la pena luchar por él contra la naturaleza porque pronto lo borrará de su alma. La naturaleza no quiere ser mensajera de los amores, y la entiendo.
   No pude inmortalizar tu nombre en la playa, ni siquiera en un árbol. No pude dejar huellas en ningún sitio tangible de la naturaleza. Y lo lamento mucho, Amor. Nadie podrá, jamás, leer nuestro amor perdido. Pero...


   Pero nada de esto, finalmente, es relevante porque pude lograr plantar una huella, una marca, en tu corazón -el único sitio donde la naturaleza no puede gobernar y el amor sí es eterno-. Mi nombre quedó grabado con fuegos de pasión en tu piel como quedó grabado en mi mente el tuyo escrito con insensatez. 


   Nada queda, solo el vaivén de las olas, el baile de la demencia constante; y el mar que espera a la noche para hacer el amor con la luna llena. 
   Y yo camino por tu vida mientras intento dejar huellas en tu memoria y sinrazón. No lo olvides, te amaré hasta el final de la eternidad. Aunque la naturaleza quiera asesinar mi locura por amar.



   Nos queda el amor que nos une y que se marchita con el tiempo porque el tiempo es parte de la naturaleza.
   
   Ella es nuestra madre; ella nos da lo que necesitamos para sobrevivir. A nosotros nos corresponde amarla para que no muera traicionada por sus malditos  hijos ciegos, apasionados del dinero y del egoísmo. La naturaleza también merece ser amada, no la olvidemos.


Safe Creative #1102158498186