Antes de comenzar digo que este es el último capítulo que escribo. Debido al poco tiempo que le he dedicado decidí darle un punto y aparte para dedicarme más a otras cosas y, aunque no sean muchos los que me lean, lo termino por un lado por ellos y por el otro por mí: debo demostrarme que soy capaz de terminar lo que comienzo. Nunca se sabe lo que puede pasar más adelante, al final del capítulo verán a qué me refiero. Espero no haberle errado mucho con este capítulo, es que me alejé demasiado de la línea argumental que tenía en mi cabeza...
Gracias a los que me leen, es lo que me ha dado ganas de seguir un poco más, pero estas últimas semanas estuve metido en otras cosas, la facultad por ejemplo y el trabajo, así que vamos a parar un poco de cosas grandes. Todavía me sorprendo de lo lejos que llegué y del largo camino que todavía me queda aunque termine leyéndolo solo me pica la curiosidad de saber cuán lejos soy capaz de llegar.Pero eso lo dejo para otro momento, cuando sepa fraccionar el tiempo.
Gracias a los que me leen, es lo que me ha dado ganas de seguir un poco más, pero estas últimas semanas estuve metido en otras cosas, la facultad por ejemplo y el trabajo, así que vamos a parar un poco de cosas grandes. Todavía me sorprendo de lo lejos que llegué y del largo camino que todavía me queda aunque termine leyéndolo solo me pica la curiosidad de saber cuán lejos soy capaz de llegar.Pero eso lo dejo para otro momento, cuando sepa fraccionar el tiempo.
Veamos entonces cómo termina esto, lo más extenso que llevo escribiendo...
X. LA
PUERTA
1
Raúl se
bajó de la camioneta; luego de verlos a los dos tan ardientes sintió
fuertes ganas de meterles una bala en la cabeza a cada uno. Al fin y
al cabo aún quedaría una para Estrella. Así que desenfundó su
arma y les apuntó a la cabeza.
—¡Manga
de traidores, nos dejaron ahí condenados a morir! Huyeron como unos
cobardes luego de todo lo que les dimos.
Armando se
apartó de Aylén y dio un par de pasos atrás.
—Raúl,
perdón. Es que no sé qué me pasó. Tuve miedo y necesité escapar, no sé, es lo que sentí.
Era lo único que podía hacer. Y sé que estuve mal pero necesitaba vivir. Quiero vivir. Solo podía escapar.
—Y porque escapaste
Clara está muerta. Y porque vos, Aylén, la desmayaste y no tuvo
oportunidad de reaccionar a los ataques de ellos, no supo nada hasta
que fue demasiado tarde.
Se oía de
fondo el sonido del patrullero y de los «controlados» acercándose
al bosque.
—Raúl,
no tenemos tiempo. Debemos huir.
—¿Cómo
pretendés huir de ellos?
—Con la
llave que tenés —dijo Aylén—. Con ella podés abrir la puerta
que Nicolás abrió naturalmente. Esa puerta. ―Señaló el
cilindro―. Vi el símbolo, así me cerró todo.
—Es
cierto pero solo puede ir una persona. Y es obvio que seré yo.
Raúl se
acercó aún más a ellos.
—Váyanse,
no quiero volver a verlos. Iré por Nicolás y lo llevaré a un lugar
seguro, alejado de estos invasores. Y de ustedes.
—Pero,
Raúl, no entendés —dijo Aylén—. Lo hice para proteger a
Nicolás.
—Lo sé,
por eso te estoy dando la oportunidad de irte.
—Quiero
ir con vos.
—No se
puede. Debo hacerlo solo. Donde sea que esto me lleve, no hay lugar
para dos. Debo encontrar a Nicolás y cuidarlo ahora que su madre
está muerta.
Aylén miró
hacia el exterior del bosque. ¿Por qué no entraban hasta allí?
—Creo que
no pueden acercarse. Debe ser la energía de esta cosa —comentó
Aylén.
—Me
parece que el sitio está protegido por un campo de fuerza que no los
deja atravesarlo. Cuando entraba al bosque vi como si el aire
estuviera viciado, creo que esa es la fuerza que los retiene ―dijo
Armando mientras pensaba en su teoría, parecía lógico aunque no
tenía sentido que hubiera algo allí capaz de retener a esas cosas.
Raúl
recordó lo que había dicho Estrella a uno de sus súbditos: el
poder de ellos allí era casi nulo. No podían acercarse más.
Estrella se sorprendió al descubrir que no podían atravesar ese campo de fuerza. Lo que sea que hubiese allí era demasiado poderoso y no los dejaba entrar al bosque. Lo mejor era destruir la zona, pero no lo podían hacer hasta estar segura de que Nicolás estuviera encerrado.
Estrella se sorprendió al descubrir que no podían atravesar ese campo de fuerza. Lo que sea que hubiese allí era demasiado poderoso y no los dejaba entrar al bosque. Lo mejor era destruir la zona, pero no lo podían hacer hasta estar segura de que Nicolás estuviera encerrado.
Gritó de
rabia el nombre de Aylén.
Aylén se
sobresaltó al oír su nombre, era Estrella.
—Creo que
tenés una enemiga —comentó Raúl, y se acercó al cilindro.
—Nos
quedaremos acá —dijo Aylén—. Este lugar es seguro.
Raúl
asintió. Lo dudaba, pero no necesitaba decírselo a ella, ya lo
sabía.
Armando lo
miró y luego agachó su cabeza.
—¿Qué
pasó con Juan? —logró preguntar débilmente.
—Se lo
llevaron. No sé adónde, pero ahora es parte de ellos. Es lo que
hacen: les lavan la cabeza y se vuelven soldados de la extinción. No
se merecía ese final.
Raúl se
sacó la llave de su cuello y la acercó al símbolo grabado en el
cilindro. La llave comenzó a brillar, primero débilmente y luego
con intensidad. Era tan fuerte que todo se volvió blanco por un
momento.
Aylén notó
que la luz era la misma con la intensidad y duración que la
que había provocado Nicolás. Donde fuera que llevase esa puerta no
deseaba saberlo. Los ojos de Raúl les había dicho que tal vez no
volvería allí.
Raúl
desapareció entre el brillo ahora más intenso de la luz. Cuando la
noche volvió a la normalidad todo parecía haberse acabado.
Armando
estaba mirando anonadado hacia el cilindro cuando su cabeza estalló
en decenas de pequeños trozos. Aylén se arrojó al suelo mientras
gritaba de terror. No podían entrar al bosque pero eso tampoco les
privaba de utilizar rifles hechos por humanos, ya que no serían
afectados por el campo de fuerza.
—¿Qué
se siente, Aylén? —preguntó
Estrella, desde algún lejano lugar fuera del bosque—. ¿Qué
se siente saber que todos los que te rodean están cayendo uno a uno?
Nunca debiste interferir en nuestros planes. El final de ellos habría
sido otro pero no, tuviste que meterte en asuntos que no te
correspondían.
Aylén
respiraba agitada, cansada. Se echó a llorar. Ya no tenía fuerzas.
Allí estaba segura pero por cuánto tiempo. Pronto encontrarían la
manera de destruir la puerta desde afuera. Pronto sabrían que
Nicolás no estaba allí y se resignarían a acabar con todo. Si no
lo podían tener ellos no lo tendría nadie. Así se manejaba el
mundo y dudaba mucho que eso hubiera cambiado. A los invasores no les
importaba destruir lo que fuera.
Miró el cuerpo tendido de Armando, él tampoco se merecía morir así.
Ninguno se merecía morir. Tenía una vida por delante y murió sin
enterarse. Sus pensamientos fueron interrumpidos para siempre. Todo
estaba condenado a acabarse de esa manera, casi sin darse cuenta.
2
El lugar era oscuro. No se podía ver casi nada, salvo una línea
blanca a varios metros de él. Raúl caminó hasta allí con los
brazos extendidos. Tocó algo y empujó, era una puerta. Esta daba a
un enorme cuarto. Todavía sus ojos no se acostumbraban al cambio
brusco. No sabía cuánto tiempo había llevado en la oscuridad pero
creía que era mucho. O al menos era lo que parecía.
En el cuarto habían muchas máquinas funcionando sin detenerse,
llevaban el ritmo de cualquier fábrica. Pero el diseño de estos
aparatos eran desconocidos para él, algo jamás visto en el planeta.
Avanzó con sigilo, no quería toparse con ningún enemigo. Llevaba
su arma en posición, por si las dudas.
Se encontró con un pasillo. Nadie circulaba por allí en esos
momentos. Habían varias puertas por ambos lados. En una de ellas se
podían ver cápsulas del tamaño de un ataúd, con un compartimiento
de cristal, dentro habían personas cubiertas de un líquido verde
transparente. Un artefacto les cubría la cabeza y un caño flexible
o tal vez un cable grueso se conectaba con el exterior del aparato
que se extendía a una red incomprensible de cables y tubos.
Raúl vio al fondo de esta habitación a un enorme invasor. Era negro y medía unos dos metros de altura. Era horrible, como el que
había matado hacía varios días atrás. Entró a la habitación y
buscó sobre una mesa a su lado algún objeto filoso. Tomó un
elemento muy similar a una cuchilla y avanzó sin hacer ruido hacia
el invasor. Este parecía muy compenetrado en su tarea.
Raúl utilizó toda su habilidad de cazador en su anterior vida y
logró acercarse lo suficiente para clavarle el cuchillo en el
cuello. El invasor chilló, sorprendido con toda seguridad, intentó
sacarse el arma del cuello y cayó desplomado al suelo. Raúl vio en
lo que estaba trabajando con tanto entusiasmo: había un cerebro
humano cortado en varios trozos. A la izquierda de la mesa había una
cámara con la puerta abierta. Dentro estaban apilados decenas de
cuerpos humanos decapitados.
—Están haciendo experimentos con nosotros ―susurró.
Volvió a la mesa y agarró el arma del invasor. Este comenzaba a
emanar un gas de su piel. Estaba evaporándose.
Raúl se acercó a uno de los pequeños compartimientos e intentó
abrirlo. La persona que estaba dentro parecía dormir, a pesar de
estar sumergido en un líquido extraño. Tocó los botones de un
tablero pero no sucedía nada, la puerta no se abría. Habían
alrededor de cincuenta personas allí dentro, todas en las mismas
condiciones: sumergidas en el líquido verde y conectadas al resto de
la nave. Las mantenían con vida, eso significaba que aún existía
la posibilidad de salvarlos, ¿cómo? todavía no lo sabía.
Salió de la habitación y recorrió el pasillo. No habían dudas,
la puerta lo había llevado a la boca del lobo. Estaba dentro de una
de las naves de los invasores. Y era seguro que Nicolás también
estaba allí. No entendía cómo era posible que un artefacto para
protegerlos de la invasión los llevara al lugar donde se encontraban
los invasores. Deseaba que su abuelo estuviera vivo para
preguntárselo.
Con el arma apuntando al frente rogaba encontrar a Nicolás antes de
que lo hicieran ellos. Miró al techo y vio una cámara. De repente
tuvo la certeza de que lo estaban observando desde algún monitor.
Dio media vuelta y vio a dos invasores corriendo hacia él.
Raúl corrió y dobló a la derecha. Se detuvo y apuntó con el arma
del invasor. Cuando aparecieron los dos les disparó en la cabeza. El
impulso del disparo lo sacudió más de lo normal y su espalda le
recordó que todavía había dolor por allí, producto de una batalla
hacía tiempo, en otro mundo.
Una alarma comenzó a sonar y la luz cambió su color blanco por un
rojo de alerta. Él supo que no tenía mucho tiempo. Necesitaba
encontrar a Nicolás pronto. No había opción.
3
Aylén salió con las manos en alto. No dejaba de relatar cada uno
de sus movimientos a los invasores que le apuntaban.
—Me entrego.
Estrella sonrió al verla. Al fin tenía frente a ella a su problema
más grande. Aquel que tantos dolores de cabeza le habían provocado.
—¿Dónde está Nicolás? No logramos hallar su energía.
—Si les ayudo, ¿me prometés que no me van a matar?
Estrella le sonrió con dulzura.
—Trato hecho. Veo que después de todo sos más inteligente de lo
que creía además de molesta.
Aylén miraba para todos lados pero las luces no le permitían una
buena panorámica.
—Cruzaron la puerta. La misma que creó la luz y mantiene este
campo de fuerza. Bien, ahora cumplí con tu parte.
Estrella no borraba la sonrisa de su rostro. Esa era información
que no conocía pero que le servía mucho.
—Llévenla, su poder nos puede ser muy útil.
Los dos policías se acercaron y tomaron a Aylén y la esposaron.
—Me dijiste que me dejarías vivir.
—Y lo voy a hacer, no te voy a matar pero tampoco te voy a dejar
libre.
Aylén le rogó que la dejase libre pero Estrella solo se reía a
carcajadas. La subieron al patrullero y regresaron al camino. Era
hora de volver.
Aylén hurgó en la cabeza de los policías en busca de algún punto
débil. Las cosas estaban vacías, eran solo órdenes de la Mujer de
Negro y nada más. Esta era una oportunidad de hacer algo por la
humanidad. La miró a Estrella, si pudiera conocer más de ella, si
pudiera tocarla.
Un policía estaba mirando una pantalla cuando le habló a la Mujer
de Negro.
—Ya tenemos al niño. Lo encontraron hace un minuto merodeando por
la nave.
—Increíble, veo que tu puerta los lleva a mi nave —comentó la
Mujer de Negro. Se dio vuelta y la miró a Aylén—. ¿Qué
pretenden lograr con esas puertas ustedes? ¿Qué hacen aquí con esa
clase de tecnología? Los estamos estudiando desde hace décadas y
nunca oímos hablar de nada al respecto.
Aylén no sabía la respuesta. Pero suponía que ese sería el único
modo de atacarlos, de llegar hasta los invasores. Con las puertas.
—¿Se sabe algo de Raúl? —le preguntó Estrella al policía.
—Aún nada. Simplemente ha desaparecido.
Estrella pensó que tal debió matarlo. Ese hombre era perseverante,
como la raza humana. No era sencillo eliminar a una especie.
—Es probable que la puerta los mantenga en una especie de limbo
antes de liberarlos en la nave. Hace alrededor de una hora que
Nicolás había desaparecido entre la luz.
Aylén oía todo con atención. Tampoco le quitaba la vista a la
pistola del policía que tenía a su lado. Decían, dicen aún, que la gran virtud
del ser humano era la paciencia. Ella era pura paciencia.
—¿Dónde vamos? —le preguntó a la Mujer de Negro.
—A un lugar donde podremos aprovechar tu gran potencial.
Aylén pensó si estaba haciendo lo correcto al enfrentarse a ellos
por sí sola, pero no tenía opción: estaba sola y era hora el
momento de borrarse el título de «cobarde» en su conciencia.
4
Raúl llegó hasta la sala principal. En el centro había un gran
tubo de cristal. Dentro del mismo estaba suspendido el cuerpo de
Nicolás. A un lado del mismo estaba Estrella con los brazos
cruzados.
—Tardaste más de la cuenta en llegar a nosotros. Tres horas en el
limbo es mucho tiempo.
Raúl levantó su arma y le apuntó a Estrella. Detrás de ella
estaba Aylén.
—¿También estás con ellos?
—Quiero vivir.
—Te van a matar como están haciendo con todos. Decime, Estrella,
¿qué quieren de nosotros?
—No veo por qué no decírtelo si van a morir después de todo. Lo
que queremos de ustedes es la vida eterna. Con el poder y la energía
de las almas humanas podremos vivir miles de años sin ninguna
consecuencia. Ahora, si no querés que tu cabeza termine en mil
pedazos, bajá el arma.
Raúl obedeció la orden. Dos «controlados» se acercaron y tomaron
las armas.
—Llévenlo a una de las cápsulas. Vamos a usarlo igual. —Dio
media vuelta y, mirando a los ojos de Aylén, dijo—: a ella
también.
Ambos humanos fueron llevados a la fuerza hacia un cuarto con
cápsulas vacías, salvo una que estaba llenándose con el líquido
verde. Dentro de ella estaba una persona conocida por Raúl: su amigo
Juan.
—¡Juan, despertá! ¡Ayudanos!
Juan no se movió. Su cabeza estaba caída hacia delante, tenía el
mismo artefacto en la cabeza como el resto de las personas.
Raúl volvió a gritar, ahora el nombre de Clara.
—¡La mataron, Juan, mataron a Clara!
Los párpados de Juan comenzaron a abrirse lentamente.
Un invasor metió a Raúl dentro de una cápsula al tiempo que
hacían lo mismo con Aylén. Cuando el invasor cerró la puerta,
comenzó a prenderse fuego. Raúl se cubrió el rostro al sentir el
calor de la llama. Miró al costado y vio a Juan observándolo. En
sus ojos habían lágrimas de dolor.
Abrió la puerta de su compartimiento y atacó al otro invasor.
Sacó a Aylén de la cápsula y, cuando iban a ayudar a Juan, este
había destruido el dispositivo de seguridad sin siquiera inmutarse.
—Lo siento, Juan. Hicimos lo que pudimos.
—Lo sé, amigo. Lo sé.
—¿Y ahora que hacemos? —preguntó Aylén mientras veía a su
alrededor, intentando asimilar que esto no era un mal sueño.
—Pelear y salvar a Nicolás —dijo Raúl mientras tomaba las
armas de los invasores y le daba una a ella—. No creo que necesites
una, Juan.
El aludido negó con un gesto de cabeza.
5
—¿Cómo que escaparon? ¿Cómo es eso posible?
El policía no supo qué responderle. Fue un terrible error, su jefa
ya le había atravesado el pecho con su mano derecha antes de hallar su respuesta.
La Mujer de Negro miró al resto de los invasores y los controlados,
con la mirada les advirtió que era mejor encontrar a los humanos o
les pasaría lo mismo que a su compañero.
Raúl disparó a un controlado, detrás de este venía un invasor
que le disparó. Juan lo miró fijamente y, un instante después, el
invasor se vio envuelto en una llama de fuego intensa. Aylén tomó
la delantera, agachada.
Juan le pidió a ella que lo dejara ir adelante. Era lo mejor.
Avanzaron, llevándose a su paso varios invasores y controlados. El mundo ya no era el mismo, ese no era el mundo que habían
conocido.
Estrella miraba hacia la compuerta, esperaba que llegasen Raúl con
sus compañeros. Eso sería muy divertido.
6
Raúl llegó a la sala donde estaba Estrella, Nicolás continuaba
siendo consumido por la nave. Estaban robándole la energía que no
les pertenecía.
—Estrella, dejalo ir. Aunque digan que son fuertes por fuera, por
dentro son muy débiles. En sus propias naves no son capaces de
luchar. Están perdidos. Hay muchas puertas en el plantea. No tienen
salida.
—Cómo te gusta equivocarte, Raúl. Por eso somos los más
poderosos a la hora de usar el poder mental. Los estamos descubriendo
de a poco. Ustedes son un caso especial y a la vez uno más. No son
los únicos que están oponiendo resistencia. Además, ahora sé lo
de las puertas. Las encontraremos y las destruiremos a todas. No les
quedarán nada.
Juan dio un paso al frente y la miró a los ojos. Sus pupilas se
tornaron de un rojo intenso.
—Liberá tu poder y Nicolás se muere —dijo Estrella.
—Si lo matás a él todo tu esfuerzo habrá sido en vano —recordó
Juan, sin detenerse.
—Es probable.
Juan lo miró a Raúl.
—Una vez te dije que hay que hacer algunos sacrificios para lograr
nuestros objetivos.
Raúl asintió y comenzó a correr en dirección a la cápsula donde
estaba encerrado Nicolás. Aylén disparó hacia los invasores detrás
del tablero de comando. La nave se sacudió un poco.
Estrella corrió en dirección a Raúl pero Juan se le arrojó
encima. El cabello de ella se incendió al instante.
—Sacalo ya, Raúl! —le gritó a su jefe.
Raúl le disparó a la cápsula pero nada. El disparo rebotó y
chocó contra la pared. Caían chispas por todos lados.
—La nave se está desestabilizando! —informó Aylén mientras se
acercaba al panel de control y veía el daño que sus disparos habían
generado a la tecnología de navegación.
Raúl miró de nuevo la cápsula y se dio cuenta que solo Juan
podría liberar al muchacho.
—Juan, tenés que liberarlo vos, es muy fuerte la cerradura.
Mientras tanto, el aludido estaba siendo ahorcado por Estrella. Juan
concentró su poder en la cabeza de ella pero esta lo esquivó.
—Morite, mierda. ¡Vamos!
Estrella sonrió, liberó el cuello de Juan, levantó su brazo
derecho y lo hundió en el pecho de él.
Juan gritó con todas sus fuerzas. Raúl le disparó a Estrella pero
el disparo pareció no haberle hecho daño alguno. Ella se levantó
con lentitud y lo miró con una sonrisa de oreja a oreja.
—Creo haberte dicho que ya habíamos terminado de jugar, ¿o me
equivoco?
Cerró sus ojos y al instante siguiente se encontraba frente a
Aylén. Esta se sorprendió y dejó caer su arma al suelo.
Estrella hundió su mano en el pecho de la adolescente y le arrancó
el corazón.
—Miralo, Aylén. ¿Te pensás que no sabía lo que planeabas? Este
juego lo armé yo y lo acabaré yo. Nadie más se entrometerá. Vos
sos solo una pieza más, un peón, en mi tablero. Tu corazón, débil. ―Aplastó el órgano con sus manos y lo dejó caer.
Aylén cayó desplomada al piso, con sus ojos bañados en sorpresa.
Raúl gritó con todas sus fuerzas cuando al mismo tiempo la puerta
de la cápsula de Nicolás estalló en mil pedazos.
Juan gimió luego de realizar su último esfuerzo.
—Un último intento, Jefe. Sé que podés derrotarla. ―Sus ojos
se cerraron para siempre.
Raúl tomó al niño y lo arrancó de los cables como pudo. Estrella
lo observó sorprendida. Luego cerró sus ojos.
Al siguiente instante apareció frente a Raúl.
—No podés escaparte, mi vida.
Raúl se aferró al niño con todas sus fuerzas. No sabía qué
hacer. No tenía salida, no había puerta...
Puerta... Llave...
Llevó su mano izquierda a su bolsillo y sacó la llave de su
abuelo. Apuntó a la cara de Estrella y la atacó. Esta se sorprendió
al ver que aún él sacaba fuerzas de su interior y no se daba por
vencido. Pero su sorpresa fue aún mayor al descubrir que su rostro
estaba sangrando.
—¿Qué mierda es eso? —le preguntó a Raúl pero la respuesta
de este fue un movimiento rápido y certero al cuello.
Estrella se tomó el cuello para intentar detener la hemorragia y se
tambaleó sin dirección alguna. Luego cayó de rodillas al suelo. Su
cabeza estaba inclinada hacia abajo.
—Nunca te darás por vencido.
—Nunca, Estrella.
—Algún día te derrotaremos. Somos miles, hay cientos de naves
como esta con millones de personas dentro. Solo sos un pequeño
estorbo en el camino. Tu raza está acabada.
—Lo veremos, lo veremos.
Raúl corrió por el pasillo y buscó la puerta por la que había
ingresado.
La encontró y la cruzó. Esta se cerró detrás de él y volvió a
encontrarse en la oscuridad. Un temblor lo sacudió por varios
segundos. La nave no había resistido semejante paliza. Lo lamentaba
por las personas inocentes que habían quedado dentro. Derramó
algunas lágrimas por los valientes compañeros que quedaron atrás y
continuó su camino con Nicolás en sus brazos.
Caminó por horas en medio de la oscuridad del limbo en busca de una
puerta. Agarró su llave y la levantó hasta la altura de su rostro.
De repente vio una luz blanca a lo lejos. Avanzó hasta allí.
Nicolás había emitido un gemido. Se había despertado. En ese
instante la oscuridad se vio perforada por decenas de luces más;
eran más puertas que llevaban a algún lugar desconocido. Raúl
decidió cruzar la primera que había visto.
Estrella se paró frente al monitor y presionó un botón del panel.
La pantalla se encendió y apareció el rostro de un hombre de unos
cincuenta años de edad.
―¿Qué sucedió, Estrella?
―Escaparon de la nave. Ingresaron aquí y nos atacaron. Tienen
armas, tienen tecnología que no sabíamos que tenían. Los humanos
son peligrosos.
―¿Qué clase de tecnología? ―preguntó el hombre de la
pantalla, preocupado.
―Tecnología nuestra. No sé cómo lo han conseguido pero tienen
nuestra tecnología en su planeta.
―Muchas gracias por la información. Investigaremos al respecto.
Por otro lado, has fallado en tu misión de obtener la energía del
muchacho y tu nave se está destruyendo. Ya no nos son útiles.
Adiós, Estrella.
El hombre cortó la comunicación. Estrella cerró sus ojos. Un
momento después la nave explotó desapareciendo de la órbita
terrestre.
El hombre dio media vuelta y se acercó al cilindro que estaba en el
centro de su nave. ¿Cómo era posible que existiera algo similar en
la Tierra? Se sabía que ese metal tenía propiedades especiales pero
nunca habían logrado hacerlas funcionar. Debían encontrar esos
artefactos o los humanos podrían utilizarlas como puertas y
descubrir algunos secretos que no deberían.
La luz clara del día dejó a Raúl cegado por unos segundos.
Nicolás estaba llorando.
Cuando pudo ver con mayor claridad bajó al niño de sus brazos y
salieron del bosque. Miró una vez más el cilindro que había allí,
en la nave de Estrella había uno similar. Eso era extraño. Pero
ahora no tenía ganas de pensar en ello. Quería salir de allí
pronto.
Fue en busca del Peugeot pero no había rastros del mismo por ningún
lado.
―¿Me habré equivocado de lugar? ―se preguntó.
Nicolás lo miró, ya no estaba llorando aunque sus ojos tenían
lágrimas.
―¿Dónde está mamá? ―le preguntó a Raúl.
Este le sonrió, no sabía qué responderle. Le extendió su mano y
lo invitó a caminar.
Avanzaron hacia la casa donde habían sido atacado horas atrás,
Raúl levantó la vista y se quedó petrificado al ver la escena
inesperada: la camioneta que horas atrás había expltado estaba
intacta, como si nunca hubiese reventado en cientos de pedazos.
―No lo entiendo, ¿qué pasa acá?
Tampoco habían cuerpos de los que había asesinado Juan. Todo el
lugar estaba demasiado tranquilo.
Se detuvo a unos veinte metros de la casa, sin poder quitarle la
mirada a la camioneta.
La puerta de la casa se abrió y de ella salió un hombre con una
escopeta apuntando a Raúl.
―Salgan de mi propiedad, ya ―gritó el hombre, mayor.
A Raúl comenzó a latirle el corazón con mucha fuerza. No creía
lo que veía.
―Abuelo, ¿sos vos?
El hombre bajó su rifle.
―¿Raúl? N-no es posible. ¿Quién es y por qué hace esta broma
tan cruel? ―Volvió a levantar su rifle.
―Soy yo, abuelo, tu nieto. Creía que estabas muerto.
―No, acá el único muerto sos vos, Raúl.
―Imposible.
Un capítulo apabullante. Tal vez te fuiste de la idea que tenías en la cabeza, pero en la historia le calza muy bien.
ResponderEliminarLo que no puedo aceptar es que sea un final. No termina bajo ningún punto de vista.
Acepto tu decisión de dedicarte más a las cosas que de mayor mportancia (por decirlo de alguna manera), pero esto debe continuar en algún momento. Y no solo por los que lo leemos, sino por vos mismo. Se nota que te gusta escribir. Lo hacés hace mucho y con gran desparpajo. No tenés que dejarlo de lado. ¿No tenés una mísera hora por día para dedicarle?, Ok. ¿Una hora por semana tampoco? Vamos, Rock, sé que sí hay un hueco.
Me niego a extrañarte.
Yo voy a esperarte, amigo.
Éxitos y gracias por tan gran aventura.
¡Qué buen final! Ideal para tan buena historia.
ResponderEliminarMe recordó mucho al de "El Eternauta", la gran obra de Oesterheld y Solano López.
Y coincido con el Jefe Raúl: un lugarcito a las letras seguro le vas a encontrar, vas a ver. Por mínimo que sea, la gimnasia escritoril te lo agradecerá, y no perderás ese "toque" tan especial, tan particular que tenés con las letras.
Un abrazo en la distancia, y me quedo esperando por más, muchos más relatos.