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viernes, 6 de enero de 2012

Alas del cielo (Capítulo VII)

VII. SOLO UN SUEÑO

1
   Marcos abrió el sobre con las cartas y le dio una a Agustina. Él se quedaba con la otra. Sentía como si experimentara un Déjà Vu, solo que Laura no estaba allí recibiendo una de las cartas, su amiga ocupaba su lugar.
   —Bien, no podemos hacer otra cosa más que esperar —dijo Marcos—. Ojalá tengamos tanta suerte o un poco mejor que cuando estuvimos arriba.
   Alejandro y Agustina asintieron.
   El sol se había movido unos grados en el cielo en una trayectoria inalterable. Alrededor del hospital se detectaba poco movimiento a esa hora de la mañana. Era como si los accidentes esperaran las horas picos para salir a las calles y causar estragos a los casuales (causales) afectados. En el horizonte se divisaba unos nubarrones negros que anunciaban una potencial tormenta.
   —¿Puedo sentarme a esperar a que llegue La Fiera? —preguntó Alejandro.
   —Sí, nadie te lo niega, Ale —contestó Marcos. Por alguna razón no se sentía del todo conforme con el avance de los sucesos. Sentía que era él quien debía estar al lado de Laura y no Renso, una vez más se sentía como una marioneta del destino, como si no actuara del todo como lo indicaba su propia voluntad.
   Cuando Alejandro se acomodaba en un bloque de cemento frente al hospital y se sentaba, llegaba Cielo con un acompañante. Marcos vio que era Ezequiel y su sorpresa casi le provocó un infarto. El desgraciado estaba en libertad.
   —¿Qué mierda hacés acá, hijo de puta?
   —Vengo a terminar mi trabajo, vecino. Los voy a matar a todos.
   Observaron que este llevaba un arma en una de sus manos, la derecha. La levantó y comenzó a disparar.
   Marcos se arrojó detrás del bloque que usaba Alejandro de asiento mientras este se dejaba caer de espaldas. Agustina corrió dentro del hospital. Ezequiel disparaba y gritaba. Era obvio que estaba más loco que una cabra. La Fiera levantó sus manos al cielo y las nubes que hacia rato se encontraban cerca del horizonte comenzaron a acercarse más rápido de lo normal entre relámpagos y truenos. Ella sonreía y los miraba ocultos tras el bloque. El viento arreciaba delante del hospital generando un remolino que danzaba con el cabello de La Fiera.
   Un guardia del hospital se asomó a la puerta principal y gritó a Ezequiel que dejara de disparar. Este hizo oídos sordos y disparó al interior del nosocomio. Un rayo cayó del cielo hacia el guardia que fue lanzado varios metros debido a la alta energía eléctrica que recorría su cuerpo.
   —Hija de puta —dijo Alejandro—. Es más fuerte de lo que imaginábamos.
   Marcos solo asintió. No podía creer lo que veían sus ojos. Todo debería ser un maldito sueño o, mejor dicho, una pesadilla.
   Si tan solo fuera un sueño.


2
   Agustina corría por los pasillos en dirección a la habitación 217. Necesitaba de la ayuda de Renso. Vio lo que Cielo le había hecho al guardia y supo que no estaban en condiciones de enfrentarse a ella. Esas cartas de mierda no servirían para nada.
   Los padres de Laura la vieron llegar y le preguntaron qué pasaba afuera pero ella no los escuchó. Cruzó la puerta y vio a Laura en su lugar. Pero Renso no estaba allí.
   Se acercó a su amiga y la observó por unos momentos. Ella descansaba bajo el poder de un sueño que no la dejaba despertar. Ella era presa de un sueño. ¿Y dónde mierda estaba Renso?
   Detrás de ella entraron los padres de Laura pidiendo explicaciones.
   —Perdón —se disculpó Agustina—. Afuera hay unos locos que están disparando al hospital y quería ver si Lau estaba bien.
   —Oímos los disparos —dijo la madre de Laura—. ¿Acaso son terroristas?
   —No lo sé. Pero lo mejor sería que se queden junto a ella —dijo señalando a Laura.
   Los padres asintieron. En los pasillos había movimientos gobernados por la paranoia y el pánico. Agustina presionó con fuerza su carta y caminó por el pasillo en dirección a la entrada del hospital. El naipe brilló ante sus ojos y ella lo dejó caer al sentir que le quemaba la mano. La luz fue más intensa que la obligó a taparse los ojos. Al abrirlos, vio en el suelo una espada, era de verdad. Se agachó, con cierta desconfianza, y la agarró. Estaba fría, la levantó, era pesada. Su hoja de doble filo le arrancaba destellos a la realidad.
   Agustina sonrió y corrió por los pasillos. Eso sí que era un arma de verdad. Miró una vez más la espada y vio su reflejo a través de la hoja. Era perfecta. Era su esperanza para ganar la batalla.

3
   Renso no podía escapar de la mente de ella. Lo había atrapado. No caía en la cuenta de que se había dirigido a su trampa. Ahora estaba dentro de Laura, en sus sueños repletos de oscuridad. La oía a lo lejos pero no entendía sus palabras. ¿Por qué no quería que peleara?
   —Es una batalla que deben ganar ellos —le había dicho Dios antes de volver a la Tierra en versión de muerto—. Vos solo los debés guiar y proteger.
   Continuaba caminando sobre no sabía qué carajo.
   —¡Dejame volver, Dios! —gritó en la oscuridad.
   —No puede —dijo una voz femenina.
   —Laura, ¿sos vos? Dejame pelear junto a ellos.
   —No puedo dejar que te maten. Si ella lo hace dejarás de existir.
   —¿Y tus amigos? ¿Ya no te importa cómo puedan terminar ellos?
   —Ella sabe cómo derrotarla. Confiá en ella.
   —¿Ella? ¿Agus? —preguntó Renso desesperado—. No, dejame volver.
   —Por favor, quedate conmigo.
Renso se encontraba solo en un sueño eterno. Las ideas de Dios eran demasiado locas para comprenderlas.
   Esto era solo un sueño. Allí estaba protegido. ¿Tan importante era para el Jefe que lo protegía de ese modo? No sabía la respuesta.

4
   —Tomá —dijo Cielo mientras le daba la otra pistola a Ezequiel—. Matá a tu vecino.
   Ezequiel asintió y caminó hacia el bloque de cemento que los resguardaba de ellos.
   Marcos vio cómo su carta emitía una luz intensa y tuvo que dejarla caer porque ardía. Alejandro vio en lo que se había transformado. Tomó la espada con sus manos y dijo:
   —Esto es demasiado flashero ya. Si no estoy drogado y alucinando esto, pego en el palo.
   —Viene hacia acá —dijo Marcos mientras le quitaba la espada a Alejandro.
   —¿Y yo qué mierda hago?
   —No lo sé, entretené a La Fiera. Voy a matar a este hijo de puta.
   Marcos se levantó y corrió alrededor del bloque de cemento. Ezequiel apuntaba con paciencia, necesitaba obtener la puntería perfecta.
   Cielo vio que ese humano llevaba una espada en su mano derecha. Esa era un arma celestial. No podía correr el riesgo de que su peón fallara su tiro y luego intentaran derrotarla nuevamente. Levantó sus manos al cielo y recargó su energía. Un rayo se generaba a miles de metros de altura. Ella lo iba a matar. No volvería a fracasar como lo había hecho en el Cielo.
   —Vamos, disparame —le dijo Marcos a Ezequiel mientras con su mano izquierda se golpeaba el pecho y con la derecha alzaba la espada y se movía de un lado al otro a toda velocidad.
   —Si te quedaras quieto, lo haría. Que no te quepa dudas.
   —Claro, querés que todo sea fácil, como dispararle a Laura.
   Cielo dirigió su mirada hacia Marcos y, cuando estaba por bajar sus manos, sintió un fuerte golpe en la nuca. Su visión se oscureció por un momento. Otro golpe, más fuerte. Cayó al suelo. Escupió sangre. Un nuevo golpe en la cabeza. Vio miles de estrellas sin mirar al firmamento. Una vez más se había desconcentrado y olvidado a uno de los humanos.

5
   Luego del primer golpe en la nuca a Cielo, Alejandro vio que no caía y volvió a golpearla con el trozo de cemento, era hormigón, no podía creer la fuerza que tenía esa mujer. Con el segundo golpe, La Fiera cayó al suelo de rodillas. Vio que escupía sangre y él supo que era la oportunidad para derrotarla. Levantó el pedazo de hormigón y lo dejó caer sobre ella. Todavía respiraba, levantó su improvisada arma pero un disparo lo desequilibró del todo. El dolor en su hombro era tan intenso que se le escapó el hormigón y casi le cayó en la cabeza.

   Ezequiel vio cómo Cielo estaba siendo golpeada por Alejandro y, luego de recordar el polvo que ella le había regalado, supo que debía protegerla. Apuntó al amigo de Marcos y le disparó.

   Afortunadamente, el disparo de Ezequiel había dado en el blanco, por desgracia, Ezequiel había olvidado a Marcos y, cuando lo recordó, la hoja de una espada sobresalía de su vientre.
   —Esto es por Laura —le susurró al oído. Marcos sacó la espada de su vecino con toda su fuerza y Ezequiel cayó boca abajo al suelo. Corrió adonde estaba Alejandro.
   —Me dio el hijo de puta. Casi me mata.
   —Tranquilo, ya casi estamos.
   —Matala, cortale la cabeza antes de que sea demasiado tarde —dijo Alejandro, mientras a lo lejos se oían las sirenas de los patrulleros, la policía estaba cerca.
   Marcos se acercó al cuerpo de Cielo y levantó la espada. Miró el cuello de su objetivo y sonrió.
   —Esto por todos a los que mataste.
   Una vez más sentía que en su interior había alguien más controlando su cuerpo y sus pensamientos. Dios, pensó.
   Bajó la espada a toda velocidad describiendo un arco perfecto.

6
   Agustina se acercó a la puerta del hospital y vio una escena horrible. Todo había sucedido muy rápido. Ezequiel estaba tendido sobre un charco de sangre. A lo lejos estaba Alejandro tomándose un hombro herido. Un poco más cerca estaba Marcos parado y frente a él yacía el cuerpo de Cielo. En la entrada del hospital habían algunos espectadores, muchos con sus celulares en manos y otros tomando fotos, que jamás se revelarían por la energía que corría en el sitio. Si supieran que jamás recordarán este momento, pensó ella, quien tampoco sabía cómo conocía ese dato. Por Dios, claro.
   La espada chocó contra el cemento. Cielo se había movido con rapidez. Agustina la vio flotar en el aire.
   —Se pensaron que les sería fácil matarme. Se equivocan —dijo La Fiera mientras los observaba desde las alturas y se limpiaba la sangre de su boca con el dorso de la mano.
   Agustina se acercó a Alejandro y lo ayudó a levantarse.
   —Esto está peor de lo que me imaginaba —comentó Alejandro.
   —Está bien. Vamos, te voy a llevar al hospital.
   —Nadie va a ningún sitio —informó Cielo.
   —Vamos, bajá para que podamos matarte —dijo Marcos.
   —Jajaja, con esas espadas no podrán hacerme nada. ¿Y dónde está tu amigo Renso? Sé que estuvo con ustedes pero veo que se cagó todo.
   Marcos la miró a Agustina y esta se encogió de hombros.
   En las ventanas del hospital habían más espectadores observando el espectáculo con las bocas abiertas. No creían lo que veían: una mujer desnuda flotaba en el aire. Había un hombre muerto y un guardia quemado en la puerta del edificio que no dejaba de gritar.
   Cielo levantó sus manos al cielo y, todos, vieron cómo se formaba una masa eléctrica sobre ellas.
   Agustina miró su espada y observó el reflejo que se formaba en las hojas. Sonrió al descubrir que allí estaba la clave de la victoria mientras se observaba a través de la hoja afilada. Se acercó a Marcos y levantó su espada.
   —Oh, veo que querés morir junto a tu amigo, pedazo de puta —dijo Cielo mientras sus ojos se tornaban rojos. Vio que la putita sonreía—. ¿De qué mierda te reís?
   —De que te vas a morir —contestó Agustina.
   Marcos la miró, más sorprendido que nunca, no sabía que tenía tanta capacidad para sorprenderse y esto también lo había sorprendido.
   —Apuntá a mis ojos —dijo Agustina—. Si me vas a robar mi alma, que sea por la ventana.
   Cielo bajó sus manos apuntando a los ojos de esa humana. Ya saboreaba la victoria. Luego seguiría Renso y la puta que casi la había asesinado, Laura. Al final iría por Dios. Todo iba como lo había planeado. El rayo de energía pasó por sobre su cabeza a toda velocidad, a la velocidad de la luz.
   Agustina levantó su espada al tiempo que Cielo bajaba sus manos y la colocó delante de sus ojos. Rogó que funcionase su idea. Sintió una sacudida en la espada, que dejó caer al sentir la energía que recorría al frío metal.
   El rayo rebotó contra la hoja perfecta de la espada de Dios y regresó por el mismo camino que había venido, salvo por una ligera inclinación hacia Cielo. Esta apenas tuvo tiempo para darse cuenta de que había perdido la batalla. La energía recorrió todo su cuerpo quemando cada célula de su cuerpo infernal y colapsando su alma. Cayó al suelo como un saco de huesos, inerte, muerto.
   Agustina gritó de alegría y abrazó A Marcos.
   —¡Lo logramos! —gritó.
   Marcos ayudó a levantar a Alejandro, ambos anonadados, y luego se acercaron al cuerpo quemado de Cielo. Un haz de luz se escurría a través de una pequeña grieta en la piel ennegrecida. Los restos de piel de deshacían en el aire y eran arrastrados por el viento de la tormenta que se alejaba. La luz era cada vez más intensa. Todos tuvieron que taparse los ojos debido a la alta energía liberada.
   Cuando la luz había desaparecido, Marcos, Alejandro y Agustina vieron a Patricio de pie frente a ellos. Tenía una aureola en la cabeza y sus alas estaban intactas.
   —Excelente trabajo, muchachos —les dijo—. Excelente.
   Las personas comenzaron a acercarse a ellos, no veían al ángel porque este estaba muerto.
   —Debemos salir de aquí antes que se ponga complicado —dijo Marcos.
   —Antes llevemos a Alejandro al médico.
   —No te preocupes por él —dijo Patricio—. Soy un ángel todavía. Vamos, salgamos de acá antes que llegue la policía. Tómense de las manos, volveremos a un viejo lugar.

7
   Aparecieron en el baldío. Alejandro se seguía tomando su hombro herido y Patricio se acercó a él, apoyó sus manos en la herida y se la sanó. Sus alas brillaban mientras curaban.
   —Perfecto —dijo Alejandro mientras movía su brazo con total comodidad.
   —Soy bueno, ¿eh? ¿Dónde está Renso? —preguntó al grupo.
   —No lo sé. Estaba en la habitación de Laura cuando lo vimos por última vez, iba a protegerla de Cielo y de que no la matara.
   —Cierto, estoy más o menos informado de lo que había sucedido. Dentro del demonio podés saber algunas cosas que hacen. Bien, iré al hospital. Creo que él sigue ahí. Por cierto, esto de estar muerto no es para nada lindo.

   Patricio ingresó al cuarto 217 y vio a Laura tendida en la cama. Sentía la presencia de Renso. Estaba en la cabeza de la paciente. Apoyó su mano en la frente de ella y buscó allí a Renso.

   —Gracias, Pato. Veo que lograron ganarle a la bruja —dijo Renso cuando hubo vuelto a la realidad.
   —También que Dios te limitó en esta batalla.
   —Sí, fue un poco forro ahí. Pero sabía lo que hacía. Si este es el resultado, todo está bien.
   —Sí.
   —¿Podrías devolverme mis alas, amigo? —preguntó Renso luego de un largo silencio incómodo.
   —Claro.
   Las alas le sentaba bien. Por amor se las había quitado y por la amistad se las había vuelto a colocar, algo más que aprendió allí, junto a la vida.
   —Bien, terminemos mi trabajo de una vez por todas —dijo Renso y se acercó a Laura posando sus manos sobre el pecho de ella.
   —Eso es un poco de acoso, Ren —dijo Pato.
   —Chist, la tengo que curar. Y sí, tiene lindas gomas la guacha.
   Sacó sus manos del pecho de Laura y se alejó. Ella abrió sus ojos y los vio a los dos frente a ella. Los dos tenían sus alas.
   —Tuve un sueño maravilloso —dijo ella, y luego sonrió.
   Los ángeles se estrecharon sus manos.
   Ahora sí, todo había acabado.

8
   La recuperación tan rápida de Laura fue considerada por los médicos como «milagrosa». Nuestros amigos sonreían mientras oían estas declaraciones porque de verdad había sido un milagro, pero sabían muchas cosas más.
   Laura regresó a su hogar el sábado por la tarde, Marcos la acompañaba y abrazaba. No volvería a dejar que ella se fuera de su vida. Miró al cielo y guiñó un ojo. Sonrió.
   —Bienvenida a casa, Lau.
   —Gracias, amor.
   Dentro de la casa los esperaban Alejandro y Agustina, ambos jugando un partido de Play.
   —¿Y Renso? —preguntó Marcos al no verlo allí mientras saludaba a sus amigos.
   —Lo llamó Dios. Creo que está por darle un trabajo nuevo. Con esto de la crisis —contestó Alejandro.
   —Ah, bien por él —dijo Marcos.
   —Si supieras que a Renso le gusta tanto trabajar como a mí estudiar, sabrías que no está nada bien.
   —Tiene que aprender a ser más responsable —comentó Laura. Tomó a Marcos de la mano y lo volvió a llevar afuera de la casa nuevamente, necesitaba decirle algo que le había venido a la cabeza en ese momento—. ¿Sabés que mientras él estuvo en mis sueños pude ver lo que había en su interior? Este muchacho es mucho más importante de lo que imaginamos. Él cayó en este baldío porque nos necesitaba. Ni siquiera Dios sabe de lo que es capaz de hacer Renso, por eso lo cuidó desde el momento en el que regresó a la vida como muerto.
   Marcos la miró y vio que ella sabía muchas cosas más. Le preguntó pero ella negó con la cabeza y una sonrisa.
   —Hay cosas que es mejor no saber, Marquitos. Vamos, entremos que sino estos dos nos van a matar por dejarlos pagando.

   Por la puerta se filtraba un destello de luz cuando Renso aparecía en la Tierra. Estaba vestido, sus alas brillaban con mucha intensidad y la aureola se había adaptado a su cabeza.
   —Hola, amigos —saludó—. Marcos, Ale, los necesito. Es algo muy importante. ¿Podemos hablar afuera?
   —Claro.

9
   —Los necesito para mi equipo —dijo Renso a Alejandro y Marcos—. Mañana jugamos contra los arcángeles y les dije a mis compañeros que tengo dos jugadorazos para el equipo.
   Marcos y Renso asintieron entusiasmados.
   —Genial, mañana daremos la vuelta olímpicas. Estos putos verán quiénes son los capos del fútbol.
   Renso les estrechó la mano a ambos y, antes de volver adentro, les dijo:
   —Dios quiere que que me comprometa a trabajar duro, y me preguntó si ustedes tenían disponibilidad horaria, creo que nos quiere juntos. No sé qué planea...
   —Nunca sabemos lo que va a pasar, solo Dios sabe todo —comentó Alejandro—. Y la verdad es que ya no me importa, si estamos todos juntos no habrá nada que nos venza.
   Renso les sonrió, que Dios hiciera lo que quisiera, al fin y al cabo ya no estaba solo.
   Sus alas brillaron con mayor intensidad, el poder de la amistad se intensificaba en esa estructura alada, en las alas del cielo.


Fin.






Canción que se nombra un par de veces por los personajes.

2 comentarios:

  1. Qué gran historia, Cristian. No esperaba que terminara en este capítulo. Muy entretenida y muy digna y fiel a tu estilo. Todo lo que sabés hacer con tu imaginación está acá. Te felicito.
    La historia da para otra aventuras. Pensalo (aunque creo que ya lo hiciste).
    Gracias por compartirla.

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  2. ¡¡ G-E-N-I-A-L !! ... Así, con todas las letras y en mayúsculas...
    Una historia fantástica, llena de acción, suspenso, pasos de comedia a cada rato, episodios dramáticos, todos muy bien llevados adelante, para engancharnos a pleno...
    ¡¡ Felicitaciones, Cristian !! ... Y, claro, nos quedamos esperando por más acción de Renso y compañía, ni hablar...

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