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martes, 13 de marzo de 2012

El fin de los tiempos (Capítulo II)

II. ESCAPAR

1
   Natalia empujaba a Gabriel hacia ella intentando despertarlo de su pánico. Los extraterrestres estaban cada vez más cerca. Necesitaba sacarlo de la casa como sea. Lo necesitaba a él. No podía fallar en su misión.
   ―¡Vamos, carajo! ―le gritó mientras se posaba delante del muchacho―. Debemos salir de esta casa rápido.
   ―S-sí ―tartamudeó él, y comenzó a caminar, lenta y pesadamente.
   ―Por atrás ―señaló ella.
   Ambos cruzaron toda la casa y salieron por la puerta trasera hacia el patio. Cruzaron el alambrado que dividía el terreno de Gabriel con el del vecino. Avanzaron unos metros más y salieron a una calle de tierra. Un auto Peugeot 504 blanco estacionado cerca de la zanja fue el objetivo de Natalia. Corrió hacia el coche y se sentó del lado del conductor.
   ―Subí, boludo ―le ordenó a Gabriel mientras este observaba la acción paralizado.
   El muchacho subió sin quejarse. Miró al cielo, no podía creer lo que veían sus ojos. La nave era inmensa, tan grande como una ciudad, de forma ovalada y tan negra como la noche. Por un momento se sintió dentro de la película «Independence Day».
   Natalia arrancó el coche sin dificultad y aceleró hacia el sur, directo al centro de la ciudad.
   Una enorme bola de fuego seguido de un fuerte estallido inundó la mañana del once de marzo. Gabriel supo al instante que su casa había dejado de existir, para siempre.
   ―Mierda, cuando sepan que no está más la casa, el dueño me va a matar, eso seguro. ―Sonrió ante esta idea, necesitaba creer que aún podía sonreír en los peores momentos.


2
   Natalia esquivaba coches con el Peugeot. Algunos autos estaban incrustados contra los muros, otros simplemente estaban detenidos en medio de la calle.
Era como si la vida hubiera dejado de existir de un momento a otro.
   ―¿Cómo mierda supieron que estábamos ahí? ―preguntó mirando a la conductora.
   ―No lo sé, tal vez la bestia que mataste anoche les avisó a sus compañeros de tu presencia antes de morir.
   ―Tardaron demasiado en llegar. No sé, es todo muy raro.
   Natalia Romero lo miró a los ojos. De verdad eran hermosos, pensó Gabriel. Por un instante tan efímero como el amor pareció como si ese par de ojos hubiesen perdido su color quedando oscuros totalmente. Era como si alguien los hubiera apagado. Él estaba demasiado cansado, y comenzaba a creer que todo era producto de su ineficiente pero poderosa imaginación. Tal vez aún se encontraba tirado en el suelo con convulsiones y lanzando espuma por la boca mientras se ahogaba en su propia saliva y nadie iba a rescatarlo. Hubiera sido mejor haber estado en ese mundo, al menos así no podría ver nada extraño.
   ―No sé si te has dado cuenta pero somos los únicos que andamos por la ciudad, si eso no te parece raro estamos en problemas ―dijo ella, como si lo recriminara.
   ―Entendeme, hace menos de un día que desperté y descubrí que mi mundo ya no existe como en otros tiempos. Y encima no recuerdo lo que hice en la última semana.
   ―Si querés te cuento qué pasó hace una semana. Después pensaremos en las teorías sobre tu llegada, aunque estoy segura que te escapaste y no lo recordás.
   ―¿Cómo sabés tanto sobre esto? ―inquirió Gabriel, con cierto dejo de desconfianza en su voz, sin intención.
   ―Lo sé porque viví los peores siete días de mi vida, intentando hallar a alguna persona con vida y, cuando lo encuentro, es un maldito degenerado y baboso como vos.
   ―Gracias, eso es todo un cumplido.
   ―Bueno, ¿querés saber qué pasó con el mundo o no?
   ―Dale, nomás. Algo me hace pensar que esto lo predijeron los Incas y no le dimos bola.
   ―Uno, son los Mayas. Dos, el Fin del Mundo sería en diciembre, no en marzo. Tres, dejá de mirarme las tetas.
   Gabriel sonrió, ya había olvidado que casi lo habían matado unos minutos atrás. Continuaron avanzando hacia el centro de la ciudad. Otra vez se hallaba perdido en las tetas de Natalia, ¡por dios, si eran gigantes! Eso sí era raro. Una mujer perfecta en medio del Apocalipsis, como en los videojuegos de su hermano, y casi siempre esta clase de personajes guardaban secretos.

3
   El tres de marzo comenzó como un día más en el calendario. El 2012 era un año prometedor para muchos y provocaba pánico a otros. Algunos anunciaban el fin del mundo en la televisión y las películas sobre este suceso inundaban todas las bandas horarias y cines del mundo.
   Todo comenzó a las nueve y diecinueve de la mañana, hora Argentina. Un temblor fuerte sacudió el centro de la ciudad de Buenos Aires extendiéndose hacia el resto de la provincia. Gabriel estaba preparándose para ver el eclipse de sol cuando el tiempo se detuvo, cuando había llegado el fin de los tiempos. Él no recuerda nada de lo que hubiera sucedido después.
   Algunas ciudades importantes se hallaban sumergidas en un gran caos, arrasadas por la violencia mientras el resto del mundo lo miraba por tv atónitos, mientras veían a hombres y mujeres rogando por la aparición de familiares. Mucha gente estaba desapareciendo y no sabían por qué.
   En algún lugar de la ciudad, un viejo roñoso anunciaba la llegada del Apocalipsis, un disparo en la cabeza ejecutado por un policía acabó con sus palabras y su paranoia, pero no con la del uniformado que no entendía por qué había matado al viejo. En otros lugares, otras ciudades, todo transcurría con mayor calma. Las personas simplemente desaparecían dejando sus acciones en la superficie terrestre. Antes de que la electricidad desapareciera muchas personas llegaron a conocer suficiente información para saber que todo había acabado. Ese era el final de una vieja era. Eso sucedía alrededor de Natalia mientras esta no encontraba una respuesta lógica.
   Luego el tiempo se detuvo completamente, dejando una masa intangible de sucesos interrumpidos para siempre. Y con el final del flujo temporal, la vida en la Tierra había desaparecido por completo, o al menos eso creían ellos, los seres de otros mundos, reyes del universo. Sus fallas serían evidente pocas horas después, dando inicio a una nueva captura de vida en el planeta. Natalia dijo a Gabriel que creía que debían haber más personas como ellos vagando por los suelos, y era necesario que las encontrara para defenderse todos juntos.
   Poco fue lo que Natalia pudo explicar, solo lo que había llegado a ver en la tele y en las calles antes de refugiarse en el sótano de su casa. Al cabo de dos días tuvo que salir porque el hambre le estaba ganando la batalla. Descubrió un mundo sin vida. Comenzó a buscar personas por doquier, rogando hallar un poco de vida, sea un perro, un pájaro o una simple cucaracha. No había nada. O al menos eso creía ella.
   Al tercer día de su búsqueda los vio por primera vez. Eran los que se habían llevado a las personas, de eso estaba segura. Medían más de dos metros y parecía que patrullaban el vecindario, como si buscaran algo que se les hubiera perdido. Ella los observó por unos momentos y dedujo que su coeficiente intelectual no debería ser muy elevado; las cosas no buscaban como debían, le contaba a Gabriel, y no sabían que ella los observaba. Vio las naves subir y bajar, llevando y trayendo seres de otros planetas a cazar en suelo terrestre. Sus esperanzas habían crecido hasta niveles peligrosos para su supervivencia. Pasaron los días y no habían rastros de vida humana hasta que una madrugada oyó el grito de una persona, de Gabriel, y cruzaron sus destinos.

4
   ―Wow, esto es de película. Increíble, deberías escribir un libro.
   ―No te tomás nada en serio, pendejo ―se quejó ella.
   ―Es que estoy feliz porque ahora sé que hay más de nosotros por ahí.
   ―Por eso es que hemos venido al centro de la ciudad. Vamos a buscar a supervivientes. Escuchame, Gabriel ―dijo ella mientras acercaba sus labios a la oreja de Gabriel―, necesito que intentes recordar cómo escapaste de la nave. Solo así podremos ingresar a la misma y rescatar a todos.
   ―Suena complicado. Haré lo que pueda pero te juro que no me será fácil.
   ―Sé que si te esforzás, podrás lograrlo. ―Pisó el freno del vehículo y le besó en los labios.
   Gabriel se quitó la remera y la tomó de la cintura. Bajó el asiento y dejó que ella hiciera el trabajo sucio. Ella al fin había cedido a su poder seductor, que era un poder un poco débil.
   ―Tengo una duda ―dijo Gabriel mientras la besaba por el cuello. Ella había dicho «hemos venido», hablaba en plural. Pero tenía otra duda, nada le cerraba en su cabeza.
   ―¿Sí?
   ―Hay un par de cosas que no me dijiste en tu relato. Anoche me dijiste que vos también habías podido escaparte de una de las naves de las cosas, como yo, pero hoy lo omitiste. Lo recuerdo, vos me lo dijiste y le diste mucha importancia, así planteaste tu teoría. Es decir, es un punto clave que no dejaría pasar si me hubiera sucedido a mí. Ademas, ¿por qué estás tan segura de que yo me escapé de esa nave? ¿Que sucedió como lo planteás vos? ¿Quién sos, Natalia? ¿Y por qué me hablaste en plural? ¿Hay alguien más con vos o no sos lo que deberías ser? No me mientas más.
   Ella se detuvo en pleno acto sexual y le dirigió una mirada dubitativa al muchacho. Su mirada cambió repentinamente, sus ojos claros parecían arder en llamas. Una sonrisa siniestra se dibujaba en su rostro. Gabriel sintió cómo el miedo se apoderaba de su sangre, conocía esa sonrisa. La había descubierto, y sabía que ahora iba a morir.

5
   La sonrisa de Natalia Romero era parecida a la sonrisa de la bestia que había matado la noche anterior. Ella era uno de ellos. No tuvo dudas al respecto.
   ―Veo que sos más inteligente de lo que imaginábamos ―dijo ella mientras se alejaba de él―. Por lo visto no pudimos engañarte del todo.
   ―¿Qué quieren de mí? ―inquirió Gabriel mientras se abrochaba su pantalón a tientas. Miró dentro del auto, necesitaba algo, cualquier cosa para matarla o sería él quien moriría.
   ―Queremos que nos digas cómo te escapaste, necesitamos curar nuestros puntos débiles.
   ―Deberías comenzar estudiando los pensamientos de los humanos, Natalia, si es así como te llamás.
   Llevó su mano a la manija de la puerta, huir era la única alternativa para sobrevivir.
   ―En fin, no importa. Hay otros como vos. Alguno nos va a confesar dónde están nuestros fallos. Adiós. ―Levantó su mano derecha, sus dedos se alargaron, parecían cinco horribles y negras serpientes. O enormes garras móviles.
   Ella sonreía, sus ojos dejaron de ser claros para hacerse completamente negros como la oscuridad. Los dedos rodearon el cuello de Gabriel y comenzaron a asfixiarlo. Este buscaba a tientas la forma de la manija de la puerta para escapar pero sus fuerzas se vieron menguadas por el poder de esa bestia que lo había engañado. Veía cómo su cabeza se transformaba en una masa informe de color negro, horrible: desde su poco pelo caía un líquido viscoso por el rostro sin forma y avanzaba hacia la cara de él, la boca de Natalia pasó a ser enorme con unos dientes filosos y puntiagudos; rugió como la bestia de la noche anterior, y su cabeza era similar, solo que sus ojos no brillaban en ese momento.
   Gabriel se dio por vencido, no había forma de continuar en ese mundo. Ya estaba muerto.

6
   La cabeza de Natalia estalló en miles de trozos salpicando de sustancias viscosas negra a Gabriel. Este emitió un grito de asco. Observó el agujero que había en el parabrisas y luego dirigió su vista más allá del vidrio. En medio de la calle, frente al Peugeot había un hombre de alta estatura, flaco, de pie apuntándole con un rifle, a unos veinte o treinta metros de distancia. Luego, lo vio bajar su arma al observar que el muchacho parecía estar con vida y la bestia bien muerta. Comenzó a acercarse al auto.
   ―Bájese del coche ―le ordenó el extraño armado.
   Gabriel se bajó y se acercó al hombre, su salvador.
   ―Muchas gracias por salvarme ―le agradeció.
   ―Por nada, necesitamos a la mayor cantidad de personas posibles.
   ―¿Necesitamos? ¿Está acompañado?
   ―Claro. Permítame presentarme. Mi nombre es Raúl García.
   ―Gabriel Agüero. De nuevo, gracias por salvarme el pellejo.
   ―Es mi trabajo. Venga, tiene que pegarse un buen baño o esa cosa lo va a comer vivo. Es un asco.
   Gabriel se sacó un poco de la sustancia viscosa de su rostro y ropa.
   ―Estaba buena la extraterrestre ―comentó Raúl.
   ―Sí. ¡Qué asco! ¡Me garché un extraterrestre!
   ―¿Al menos lo hace mejor que las terrícolas?
   Gabriel rió. Ese loco con su rifle le generaba mayor confianza que Natalia.
   Raúl encendió un cigarrillo, aspiró profundamente y expulsó el humo mirando al cielo, pensativo.
   ―Tenemos una batalla por ganar. Bienvenido al nuevo mundo. Bienvenido a la guerra por el planeta.
   Gabriel dirigió una última mirada al Peugeot blanco. El interior estaba salpicado de esa cosa negra y fea. Ellos estaban entre los humanos, eso no era bueno. Aunque Raúl le generase confianza no debía bajar la guardia.
   Es verdad, mató a uno de ellos, pensó, pero tal vez esto sea parte de su plan. Del macabro plan de los extraterrestres.
   Comenzó a creer que estaba volviéndose paranoico.
   Siguió a Raúl hacia el Nuevo Mundo. Esperaba hallar en algún lugar la victoria.

7
   La Mujer de Negro se acercó al Peugeot donde se encontraba el cuerpo de Natalia. Miró en su interior. La mujer muerta estaba semidesnuda, como lo planeado. Observó el parabrisas del coche y calculó la distancia del disparo. Treinta metros
   El asesino fue certero. Habían encontrado a quien andaban buscando. Su olor era inconfundible.
   Un hombre uniformado, de la Policía local, se acercó a la Mujer de Negro para preguntarle cómo iban a proseguir.
   ―Destruyan el auto como lo hicimos con la casa. Que no quede nada aquí. Natalia ya cumplió su misión.
   La mujer se dio media vuelta y regresó al coche patrulla que esperaba con las luces encendidas. Había otro hombre vestido de policía al volante. La Mujer de Negro sonrió. Estaban cerca, los podía oler a su alrededor.
   Muy cerca.


Continuará...

2 comentarios:

  1. Un desparpajo sublime, Rock. Se asoman personajes que prometen una historia espectacular. No te retrases, escribí por lo menos una hora por día.
    Ah, un placer haberme encontrado en la trama. Gracias. Espero no defraudar, ja.

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  2. ¡Muy, muy bueno!
    Acción, suspenso, erotismo, pasos de comedia, todo bajo el influjo de tus magistrales letras.
    Me resulta imposible no recordar, luego de leerte, a aquella vieja serie ochentosa "V Invasión Extraterrestre"; pero me gusta más la versión argenta :)
    Ese tal Raúl García, creo, tiene algo de aquel Ham Tyler (el personaje de Michael Ironside) de la serie mencionada, je.
    Un abrazo, Cristian, me quedo esperando con ansias la continuación.

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