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miércoles, 2 de marzo de 2011

Una historia extraña (Parte 3 de 3)

   He aquí la última parte de la historia. Sin preámbulos, se las dejo sin anestesia ;) ...
   El pie lleno de polvo no es mío...






10
   Amy se levantó de su silla y se dirigió a la habitación de los padres de Diego, donde este se encontraba buscando ropa. Le observé el culo mientras recorría el camino hacia la habitación. Una morocha mortal.
   El ambiente se distorsionaba. Se degeneraba, lo notaba muy poderoso. Parecía el ambiente de una película porno. Parecía que el aire de la película también hubiera pasado a nuestro mundo, ahora totalmente. No me importaba. Me sentía un semental con enormes ganas de echarme un polvo. Además, notaba mi pene más pesado, lo notaba de mayor tamaño. Llevé mi mano derecha a mi amigo y pude comprobarlo, estaba más grandecito pero no sabía cuánto hasta que lo viera.
   La rubia se levantó y se acercó a mí.
   Claudio observaba junto a Enzo las escenas que se sucedían a su alrededor. Vi el miedo de Alejandro cuando Tom se acercaba a él. Lo lamenté mucho por él. Pero yo estaba más preocupado por la rubiecita. Luego supe que el miedo de Alejandro era porque se estaba por destapar una verdad perfectamente oculta.
   -Vamos -me dijo la rubia mientras me señalaba una puerta, la que daba a la habitación de Diego y Claudio. Volví a sentir las manos invisibles empujándome a ella.
   -Sí -le dije a la rubia y me levanté de la silla. Tuve el tiempo suficiente para observar a Tom abrazar a Alejandro y besarlo en la mejilla, no se resistió demasiado, Enzo y Claudio miraban anonadados las escenas, con la boca abierta y en pleno silencio. El aire viciado tal vez los había transportado a otro universo o algo por el estilo. Eran simples espectadores de una película que se proyectaba a su alrededor, en la realidad.
   -Debemos llamar a la policía -propuso Enzo, por lo que pude oír, mientras iba derecho a la habitación con la rubia llevándome de la mano.
   Creo que Claudio dijo algo, tal vez rechazó la idea, pero Enzo igual se acercó al teléfono.
   No importaba mucho, Enzo había olvidado que la línea del teléfono estaba muerta. Nadie acudiría a menos que ellos fueran en su busca. Y les tomaría un buen rato, la lluvia había hecho desastre afuera y la comisaría se hallaba a tres kilómetros de la casa de los Sánchez. Además, los Sánchez Papás volverían por la noche, aun faltaban más de nueve o diez horas para eso. El tiempo avanzaba lento durante el suceso.
   Entramos en la habitación y la rubia cerró la puerta…
   y fui feliz.

11
   Fue espectacular. La rubia solo me dijo que se llamaba Kate (ella no quería desperdiciar el tiempo; y yo tampoco) y me empujó sobre la cama de Diego, me bajó rápidamente el pantalón y me quitó el calzoncillo. Mi pene era enorme (más de lo que había imaginado cuando me lo toqué para comprobar el milagroso hecho), era como quince centímetros más grande, ahora medía veinte centímetros. No me sorprendí por este detalle porque mi persona ya era parte de los mundos mezclados.
   Kate se desvistió: desnuda era mortalmente sensual, sus senos perfectos y su vagina, delicadamente afeitada. Tenía unos labios tan gruesos que podrían dar besos mojados a todo mi rostro (me refiero a los labios de su boca).
   Se arrojó sobre mi cuerpo desnudo  y comenzó a realizar un vertiginoso movimiento de caderas que me hacía doler el pene y los huevos. Se movía más rápido que las caderas de Shakira en uno de sus videos. Y gritaba. Gritaba muy fuerte. Yo lo único que sentía era  que mi pene ardía de placer. El turro estaba tan caliente como el hierro fundido. Ella subía y bajaba, dándole a sus enormes senos unos movimientos grotescos pero que me encantaba observar. Quería levantarme un poco y lamérselos todo. Pero ella no me dejaba, con sus cálidas manos empujaba mi pecho sobre la cama y gritaba.
   ¡Oh, cómo me encantó ese momento!
   Me hizo acabar. Sonreí. Nunca olvidaría ese momento. Nunca la olvidé. Nunca la olvidaré.
   Fueron los mejores tres minutos de mi vida. 

12
   Dejé pasar un rato, ella se recostó a mi lado derecho, apoyando sus senos en mi brazo. Por primera vez sentí ganas de fumarme un cigarrillo, y nunca había fumado un pucho en mi vida. Es más, los aborrecía. Pero lo necesitaba. Miré a la pared que había enfrente a la cama y vi algo, tenue, fantasmal: vi a unos hombres (excitados de emoción) con cámaras encima y apuntando hacia nosotros. Y también se podía ver a través de ellos. Eran fantasmas, y me pedían más. Pedían más acción.
   Entonces, debía ofrecerles más. Tomé a la rubia, a Kate, y le dije que me diera la espalda. Luego, comencé a darle por el culo. Fue lo mejor que jamás había sentido. Penetré una o dos veces muy delicadamente, era hermoso, mi verga estaba presionada de tanta lujuria y pasión siniestra. Otra vez estaba tan duro como un diamante de amor perverso.
   En un momento, los tubos fluorescentes de la habitación comenzaron a parpadear.
   La luz había vuelto.
   En ese instante sentí una fuerte electricidad recorrer mi cuerpo y sentí, además, que algo había aplastado mi cuerpo, lo había envuelto con nada. Sentí un fuerte golpe en mi cabeza, dentro de mi cabeza. La rubia, Kate, comenzó a esfumarse. Comenzó a desaparecer y mi verga empezó a sentir frío y ya no se sentía presionada por las nalgas de Kate (porque Kate había desaparecido  entre la claridad de la luz eléctrica). Además, la sentí más ligera, había perdido su enorme tamaño. Otra vez mi pito medía cinco centímetros. No siento vergüenza de decirlo, son los cinco centímetros más apasionados de toda la Argentina, las minas nunca mienten, las hago acabar de placer dónde sea, cuándo sea y cómo sea.
   Me levanté asustado, me vestí y  me dirigí a la puerta.

13
   El aire perdía esa intensidad que momentos antes nos había poseído. Los mundos volvían a separarse y dejé de sentir esas manos invisibles presionar mis huevos. Todo se había acabado al fin. Me sentía triste y con ganas de llorar. No era un buen modo de cortarte un polvo, el polvo mágico.
   No sentía miedo, el mismo se había hundido en el aire viciado, si no lujuria asesinada. No recuerdo el momento en que perdí el cagazo. Fue todo muy extraño, lo admito, pero también fue emocionante y muy placentero. Había estado rodeado de fantasmas y, sin embargo, me sentía muy feliz.

14
   Alejandro estaba desnudo y sumamente feliz.
   -Le pegué la empernada de su vida a ese Tom -me dijo sonriendo-. Lo amo, amo a Tom. Pero se fue. Nunca había garchado a un tipo (nunca había garchado para ser sincero), pero fue fenomenal, mi pene era enorme. Y Tom pedía más y más.
   Por alguna razón, la sorpresa no era un sentimiento que me funcionara en esos momentos porque nada me impresionaba. 
   Luego, mucho tiempo después, me puse a pensar que ellos tampoco habían estado sorprendidos, ni por la aparición y, al final, desaparición de esas tres personas pervertidas. Lo habíamos tomado muy a la ligera (pero, como dije: necesité de tiempo para descubrirlo).
   Miré a Enzo.  Estaba bastante excitado, con una erección que hacía carpa para siete miembros. Claudio parecía normal, como si hubiera visto una película de Travolta.
   -A mí no me garcharon -dijo Enzo, haciendo puchero y con la voz quebrada-. Yo quería con Amy.
   -Pero Amy fue mía -acotó Diego apoyado en el umbral de la habitación de sus padres-. La magia se terminó, muchachos. Ah, Enzo. Tenés razón cuando nos contaste lo del cabaret, garchar es lo mejor que hay en el universo- culminó mientras se acercaba a nosotros.
   -No sé -le devolvió Enzo-. Nunca me eché un polvo. Les mentí.
   -Lo sabíamos -le dije-. Siempre lo supimos.
   Claudio se levantó y dijo:
   -Es que sos un pajero, Enzo. Yo ya me garché a tres minas. Mirate. Sos el único virgen del grupo. -Ahí supe por qué era tan “groso” (genio) Claudio para mí, tal vez siempre lo había sabido, al menos inconscientemente. Por eso no me sorprendí mucho al escucharlo.
   Reímos a carcajadas.
   -No sabíamos que eras gay, Ale -le dije con suma precaución y la mejor delicadeza que el aturdimiento fue capaz de ofrecerme.
   -¿Nunca lo notaron? -me dijo algo asombrado y sorprendido-. Por eso es que siempre fui callado. Por eso es que me gusta estar con ustedes. Siempre dudé de mi sexualidad, ahora lo tengo claro. Soy un gay, pero un gay activo: doy y no recibo.
   Miré a Enzo, parecía comprensivo. Asentía a cada palabra que oía.
   Me alegré mucho al verlos a todos tan unidos.
   Todo había terminado.
   -Deberemos limpiar toda esa porquería -dijo Claudio mientras señalaba los fragmentos del televisor.
   -Tomá -le dijo Diego a Enzo mientras le acercaba tiras de cinta del video derretidas-. Para que te masturbes en tu casa. Muchas gracias por el favor. Muchas gracias por hacernos debutar.
   -La película estuvo excelente -dije yo-. La mejor que jamás he visto. Casi real.
   Reímos todos al unísono.
   A Enzo se le caían lágrimas de bronca y vergüenza.
   Todos algún día somos castigados por mentir, ¿no? Una devolución del destino, tal vez un revés si fuese un partido de tenis.
   Al final, Enzo, comprendió y se unió a nuestras locas risas. Desde entonces fuimos tan unidos que parecíamos cinco hermanos en vez de amigos. Enzo debutó unos meses después (con una loca del colegio, movida por todos los alumnos que cursaban con ella), y las decisiones para elegir un título cuando nos juntábamos a ver una película la hacíamos entre todos.
   Tomamos medidas drásticas: no volvimos a ver porno (al menos, juntos), tampoco ninguna de terror (nada de Jason, Freddy Krueger ni nada de películas basadas en Stephen King, por ejemplo: Apocalipsis) ni de asesinos ni nada por el estilo, sólo películas para niños y dibujos animados. Y tampoco volvimos a ver tele cuando una tormenta se aproximaba.

15
   La presión de la mano había desaparecido de mis huevos y descubrí muchas cosas ese día, el día de una historia extraña. Una historia que valió la pena vivir.
   A veces pienso que todo fue obra, de verdad, de un ser superior (lo vuelvo a decir) y que le gustó armarse una de estas historias extrañas con nosotros como protagonistas. A ese Ser lo llamo: Dios Pervertido. Un dios de una biblia del sexo puro…

EPÍLOGO
 (Llamémosle así)
   Esta es mi historia. Esta es mi aventura, la mejor de todas. No iguala a cuando salíamos cazar perdices con la gomera o nos metíamos en los campos ajenos para correr a las liebres con un palo. Esto, la historia extraña (si me permiten, en fin, llamarla así), fue una verdadera aventura y jamás podré olvidarla.
   Podrán o no creerme. En ustedes está dar la última sentencia. Para nosotros cinco sucedió de verdad, no creo que hayamos tenido una alucinación colectiva ya que no nos drogábamos en ese entonces (y ahora tampoco, algunos).

   Yo, ahora, me voy a ver una nueva película en DVD, “Explosión Anal IV”, que me pasó un amigazo de la facultad. A lo lejos vi unos rayos y oí unos truenos no tan lejanos. Quién dice, tal vez tenga suerte y se me aparezcan quince minas sedientas de sexo, del bueno y barato. Eso espero. Sería la orgía del siglo (para mí).
   Me aseguraré de desconectar los cables cuando se cortase la luz, si tal cosa sucede. No quiero que nada me cague la fiesta.
   Respecto al título de la película del evento raro, nunca recordamos el nombre. Es como si hubiésemos olvidado que la misma existió alguna vez. Es extraño. En realidad, todo fue extraño ese día (debo repetirlo tantas veces como pueda, nunca acabo por creerme toda esta historia aunque sé que sucedió).
   Simplemente, el título se borró de nuestra memoria.
   Acabo de ver otro rayo, adiós. Deséenme suerte. La necesitaré.



Sencillamente: FIN




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1 comentario:

  1. Muy buen relato, Cristian. ;)

    Algo "subido de tono", pero buen relato a fin de cuentas. Te felicito; vas mejorando cada día más. :D

    Saludos!

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