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domingo, 22 de diciembre de 2013

Buscando un final


    Pertenece a un pasado olvidado, ¿o a un futuro lejano? Pertenece al anhelo de cada latido de su corazón, aquél es parte de un recuerdo que se aleja con cada segundo que transcurre en soledad. Las agujas del reloj giran ignorantes a lo que sucede en derredor, tal vez nada, tal vez mucho. Un tic tac que no pretende detenerse, al igual que la falta de inteligencia de los tontos que creen que el final es feliz. Ese sonido se mezcla dentro de su cabeza con los pensamientos de un amor despiadado, un amor que no quiere ser amado, un amor que no miente.
   Pertenece a la luz de la oscuridad de un cuarto sumergido en los recuerdos de una memoria que cuida cada detalle, cada centímetro de la piel de ella. Intenta recorrer con sus labios secos, escasos de palabras, una vez más el mapa imaginario del cuerpo de aquella mujer que supo entregarse al placer de la felicidad. ¿Cuándo fue la última vez que intentó mirar hacia delante? ¿Hay algo más allá del dolor? Tal vez lo esperan unos ojos claros, con una profundidad inmensa, con una mirada eterna, cansados de esperar... Tal vez no; los peligros de la desconfianza merodean a su alrededor.
   Sí, pertenece a la falta de razón cuando supo que ella había decidido correr hacia nuevos horizontes, derrotada por la grandeza del tiempo. El tiempo, ¿quién pudiera ser capaz de matarlo?
    Pertenece, ¿a qué pertenece...? Hay un abismo delante de su corazón y está dispuesto a saltarlo. Al fin y al cabo será capaz de volar como lo hizo su amor del pasado, o del futuro. Todavía no está seguro. El poder del tiempo, el mismo que consume la vida y deja en el camino, inertes, las acciones nunca llevadas a cabo por sus víctimas arrepentidas de las oportunidades desechadas por la falta de decisión; el tiempo es implacable.
    ―¡Sé tenaz con tus deseos! ¡Desafía la maldita existencia! ¡Enfrenta tu blanca pasión y la roja lujuria que te consume!―se dice por dentro, pero tiene miedo.
    Pertenece al grupo de los cobardes. Pertenece al grupo de escritores que se dedican a derrochar palabras sin sentido una noche de invierno con la esperanza de revivir al menos en sus historias; escribir, la única manera que existe para matar la ansiedad de volver a verla el día de mañana mientras oye el crudo sonido de las agujas del reloj, recordándole que no le queda mucho tiempo para abrazar un nuevo amanecer.
    Se pregunta si algún día ella leerá sus letras y entenderá lo que intentó expresar cuando escribió tales pensamientos. Allí estarán hasta el fin de los tiempos a la espera de recibir una lágrima y colocar el punto final donde corresponde.
   Él es un tonto que todavía cree en los finales felices...

sábado, 7 de diciembre de 2013

Miradas, imágenes y recuerdos: puntos suspensivos

Volver

  Tengo unas ganas inmensas de sumergirme nuevamente en el mundo inimaginable de las palabras, pero el miedo a caer otra vez en las historias donde busco a la misma persona desde hace años no me permite continuar. De fondo se oye una canción que converge a mi mente y alma en un momento que todavía no logro recordar.
  Un punto y aparte no será suficiente para finalizar esta historia. A veces creo que lo mejor sería irse muy lejos e intentar comenzar de nuevo, pero el destino se encargaría de llevarme sus recuerdos hasta donde intentase esconderme. Sé muy bien que debo enfrentarla de una vez por todas. Así son las historias, se entremezclan con mi realidad y no me permiten ver más allá de este velo que oculta los ojos tristes de quien desea hallar la felicidad cuando el reloj diera las doce.
  ¡Maldito este manto que oculta su silueta de mi vista! Al final no podré volver a verla y tendré que conformarme con la imagen que veo en mis recuerdos borrados por el tiempo.
  Todavía sigo sin poder crearla. Todavía sigo perdido en la confusión de esta historia sin final.


Melodía

Cada vez que me voy siento que una parte de mí se queda allí.
A veces creo que lo mejor sería no volver.
Sin embargo, hay algo que no me deja vivir
sin la melodía de tu dulce mirada.
Tal vez sea el miedo a perderte,
tal vez sea la ausencia de tu esencia.

Necesito regresar una vez más,
estoy seguro que no huiré de nuevo;
quiero perderme en tus ojos,
quiero oler tus labios
y tocar tu aroma.
Te necesito y no sé cómo decírtelo sin sonar ridículo.

Pienso en que esto había comenzado como una frase más
y ahora ha crecido hasta superar mis horizontes.
Creo que seguiré sentado aquí mientras el tiempo envejece
y se vuelve una herramienta difícil de manipular,
un arma de doble filo.

Cada vez que me voy de allí,
un latido, una porción de ese tiempo, se muere en mí.


Verte

   Te veo allí, sentada, mientras tu atención se pierde en las líneas que las gotas del agua condensada dibujan en el vidrio al caer; a través del cristal puedo ver la tristeza que huye de tus ojos como el brillo del diamante. 
   Te veo, te contemplo; cuando me observás te evito.
   No puedo hablarte, no debo hablarte.
   Tu mirada también parece esquivarme para no cruzarte con mis pensamientos, una vez más.
   El miedo me invade y la fuerza que debo realizar para resistir la tentación de sentarme a tu lado aumenta.
   Te veo hoy, te vi ayer, siempre estás allí esperando que me dirija a vos.
   Cierro los ojos y una vez más tu imagen se imprime en la oscuridad que olvida la existencia de todo más allá de la imaginación.
   Tengo miedo, tengo miedo de no volverte a ver.
   Tengo miedo de volverte a ver.
   Tengo miedo de que nunca más sea capaz de crearte en ese lugar donde una vez nos dijimos adiós. 
   Las gotas continúan recorriendo el vidrio mientras se dibuja un camino que nunca volveremos a ver con la mirada triste y pensamientos perdidos porque ya no estamos aquí.